Un año más, llama a la puerta de cada casa y al corazón de cada hinojoseño la Feria de San Agustín, una de las máximas figuras de la historia del pensamiento cristiano, cuya fiesta se celebra mañana, 28 de agosto. Excelentes pintores han ilustrado su vida recurriendo a una escena apócrifa que no por serlo resume y simboliza con menos acierto la insaciable curiosidad y la constante búsqueda de la verdad que caracterizaron al santo africano. En lienzos, tablas y frescos, estos artistas le presentan acompañado por un niño que, valiéndose de una concha, intenta llenar de agua marina un agujero hecho en la arena de la playa. Dicen que San Agustín encontró al chico mientras paseaba junto al mar intentando comprender el misterio de la Trinidad y que, cuando trató sonriente de hacerle ver la inutilidad de sus afanes, el niño repuso: «No ha de ser más difícil llenar de agua este agujero que desentrañar el misterio que bulle en tu cabeza». San Agustín se esforzó en acceder a la salvación por los caminos de la más absoluta racionalidad. Sufrió y se extravió numerosas veces, porque es tarea de titanes acomodar las verdades reveladas a las certezas científicas y matemáticas y alcanzar la divinidad mediante los saberes enciclopédicos. Y aún es más difícil si se posee un espíritu ardoroso que no ignora los deleites del cuerpo. La personalidad de San Agustín de Hipona era de hierro e hicieron falta durísimos yunques para forjarla. En el 391 fue ordenado sacerdote en Hipona por el anciano obispo Valerio, quien le encomendó la misión de predicar entre los fieles la palabra de Dios, tarea que San Agustín cumplió con fervor y le valió gran renombre. Las ideas políticas de Agustín de Hipona deben situarse en el contexto de la profunda crisis que atravesaba el Imperio romano y de la acusación lanzada por los paganos de que la cristianización era la causa de la decadencia de Roma. San Agustín respondió trazando en La ciudad de Dios una filosofía de la historia; la palabra «ciudad» ha de entenderse en esta obra no como conjunto de calles y edificios, sino como el vocablo latino civitas, es decir, la población o habitantes de una ciudad. Entendiendo el término en tal sentido, para San Agustín la historia de la humanidad es la de una lucha entre la ciudad de Dios y la ciudad terrena, la ciudad del bien y la del mal. Entre los moradores de la ciudad terrenal impera «el amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios»; en la ciudad de Dios, «el amor a Dios hasta el deprecio de sí mismo». La lucha continúa en nuestro tiempo. A menudo, el hombre de hoy vive como si Dios no existiese e incluso se pone a sí mismo en lugar de Dios. El olvido de Dios, su desaparición del horizonte y el universo de la cultura dominante, que lo ignora o rechaza, es con muchísimo el peor mal que acecha a la humanidad de nuestro tiempo. El mundo quiere hacer de Dios el gran ausente de la cultura y de la conciencia de los pueblos. Estamos viviendo momentos complicados en el mundo, en nuestra sociedad. La quiebra moral que atravesamos, no es sino quiebra del hombre, de ese hombre que no se siente querido de Dios porque lo ignora. Ahora, en estos dias, Hinojosa del Duque contempla su Feria y sus fiestas y, como telón de fondo, a su titular, la silueta gigantesca de San Agustín. Brindemos con él por un mundo nuevo, por una sociedad que abra sus brazos a los auténticos valores del Reino: verdad, amor, justicia y libertad. La Feria ha de llenarnos de alegría, de optimismo, de paz interior, de solidaridad con los más débiles y de convivencia y armonía para afrontar juntos el futuro. Un futuro que está en las manos de los hinojoseños y en el corazón de Hinojosa del Duque. H

* Sacerdote y periodista