Vuelven las cacerolas y el ruido a la plaza de Mayo, como sucedió tras la gran depresión del 2001, para recordar que hay gente, mucha gente, que vive en un país que es el granero del mundo, pero pasa hambre. Muchos de ellos son niños, que sienten el dolor del estómago vacío cada día. Si alguien pensaba que la globalización de la las finanzas, del trasporte y de las mercancías se produciría sin globalizar también la pobreza basta mirar la cara oculta que emerge en forma de una nueva pobreza mundial especialmente dura con la infancia.

Desde hace mas de una década, sabemos que la pobreza aumenta no solo entre los países sino sobre todo entre ricos y pobres en el interior de los países. No importa tanto el producto interior bruto, los índices con los que el Banco Mundial elabora su ranking, como la capacidad que tenga cada uno de esos países para distribuirla internamente. Es ahí donde las diferencias se agrandan.

No es un fenómeno solo de Argentina, esta ocurriendo en todo Occidente, donde la riqueza se concentra en menos manos y el número de pobres va en aumento, mientras las crisis --especialmente esta última--, acaban hundiendo a los pobres en la indigencia y a una parte de la clase media en la pobreza, como consecuencia de los recortes de ayudas sociales, bajadas de sueldos y perdida de empleos. ¿Globalización salvaje? Sí, pero no únicamente. Lo que está ocurriendo en Argentina es mas visible como consecuencia de la mala gestión de un país que produce alimentos como para proveer hasta siete veces a toda su población y a pesar de eso mantiene casi tres millones de personas malnutridas.

Tras la etapa del estallido social, cuando el Kirchnerismo asumió el poder en Argentina, la pobreza sobrepasaba el 50%. Lograron rebajar el índice al 25%, pero en los últimos años volvió a aumentar y el gobierno populista de Cristina Fernández de Kirchner dejo de medir la pobreza para no verla, un error político que terminó costándole caro a la presidenta, pero sobre todo a los que poco a poco fueron aumentando una cuenta ciega pero millonaria de hambrientos. Mauricio Macri le arrebató el poder con el lema «pobreza cero», pero sus políticas de inflación y ajustes solo han provocado mas pobreza, sin que haya habido ni una sola medida para ajustar la seguridad alimentaria en un país que produce para muchos otros y cuyos beneficios acaban en las arcas de las multinacionales y en unas pocas manos mas.

No es que Argentina sufra una hambruna al estilo de las que padecen los países mas pobres de África. Nada que ver. Pero que haya niños que lleguen al final del día con el estómago vacío es mucho mas sorprendente en Argentina que en aquellos países que no pueden producir alimentos. El error sería contemplarlo como un caso único, mientras aquí aumenta también la pobreza infantil sin que haya políticas decididas para erradicarla. Tal vez en Occidente, Argentina esté sufriendo las consecuencias mas visibles, pero es solo una metáfora de lo que está ocurriendo en muchos otros países que ni siquiera están viendo cortar las barbas del vecino.

* Periodista