Conocí a Helmut Kohl durante la campaña previa a las elecciones de 1976. Era mi primera experiencia electoral como corresponsal de TVE en Bonn. «Opositaba» por vez primera a la Cancillería Federal ocupada entonces por Helmut Schmidt, del SPD. Con su oratoria monótona se autodefinía como heredero de Adenauer. La Prensa lo tachaba de «político provinciano» sin mucho porvenir frente al hanseático Schmidt. Kohl logró 254 escaños frente a los 264 de la coalición gubernamental SPD- FDP (liberales). Pero su principal adversario estaba dentro de sus filas. Franz Josef Strauss líder bávaro de la CSU, rama bávara cristianodemócrata, horadaba continuamente el suelo político que pisaba Kohl y logró que la CDU/CSU lo eligiese candidato a la Cancillería en las siguientes elecciones de 1980. Viví aquella campaña electoral donde el «toro de Baviera» mostró su avasalladora e impetuosa personalidad. Kohl le cedió todo el protagonismo a la vez que asistía impertérrito a su derrumbe. Strauss perdió con uno de los peores resultados de la CDU/CSU. Obtuvo 17 escaños menos que en 1976. Se iniciaba la resurrección de Kohl. El 1 de octubre de 1982, mediante el procedimiento de censura constructiva obtuvo en el Bundestag 256 votos frente a los 235 de Schmidt. El partido Liberal rompió su coalición con el SPD y votó por Kohl. «El provinciano» Kohl logró la Cancillería en coalición con el liberal Genscher y la revalidó en sucesivas elecciones generales. Kohl se convirtió en el gran protagonista de la unidad alemana. Hoy el Parlamento Europeo le honra en Estrasburgo con una ceremonia de Estado.

* Periodista