Hace algún tiempo, mientras visitaba la Mezquita-Catedral con unos amigos, me llamó la atención que el guía de un grupo que teníamos al lado, aludiendo a la facilidad que encontraron los constructores de la primera fase, la de Abd al-Rahmán I, para el acarreo de material por la abundancia de restos procedentes de antiguas construcciones de la Corduba romana, cada vez que se refería al nombre de la ciudad lo acentuaba en la sílaba «du», es decir, hacía de la esdrújula Corduba una palabra llana. Me resultaba incómodo oír tal disparate una y otra vez en boca de quien, supuestamente bien informado, trataba de difundir el conocimiento (¡...!) de nuestro patrimonio, y comentaba con mis acompañantes el daño que se puede hacer y la mala imagen que genera la difusión entre nuestros visitantes de un error semejante.

Después he vuelto a oírlo en numerosas ocasiones, normalmente en personas que no se dedican al estudio y difusión de aquella gloriosa época cordubense. Pero no hace mucho se me encendieron las alarmas al constatar cómo el error se está propagando casi exponencialmente con el uso de guías auditivas y vídeos sobre la antigua capital de la Bética. Y lo más preocupante es que se viene difundiendo también desde organismos oficiales como el Ayuntamiento e incluso la propia Universidad. Y no me parece una cuestión baladí: basta imaginarse el crédito que se otorgaría a un orador que, hablando sobre la Alhambra, cada vez que citara el nombre de la ciudad lo pronunciara como esdrújula, Gránada, o si alguien pronunciara como llana el nombre de la capital de la Costa del Sol, Malaga. Pues eso está ocurriendo con el nombre romano de nuestra ciudad.

Este es el motivo por el que, después de dejar pasar bastante tiempo convencido de que quienes se equivocan caerían en la cuenta de su error y lo corregirían, al constatar que la situación no solo no mejora, sino que empeora progresivamente, he decidido salir en defensa de la legitimidad lingüística, contribuyendo así modestamente a poner freno a semejante desmán. Me parece una cuestión de estricta responsabilidad profesional. Trataré de sintetizar lo más posible sin abusar de tecnicismos.

De todos es sabido que la lengua latina no conoce la tilde para marcar la sílaba acentuada de una palabra, como también ocurre en algunos idiomas modernos. Tal ausencia puede comportar cierta dificultad para el profano, pero en modo alguno para el iniciado en la lengua de Séneca.

En efecto, el latín tiene unas normas de acentuación diferentes de las del español, pero sumamente fáciles y que, además, podemos decir que se aplican de forma inflexible, pues las excepciones son irrelevantes y se reducen prácticamente a algunos préstamos del griego. Entre las diferencias más llamativas está la ausencia de palabras agudas: solo existen llanas (las que llevan el acento prosódico en la penúltima sílaba) y esdrújulas (lo llevan en la antepenúltima). La cuestión, por tanto, radica en saber cuándo una palabra es llana y cuándo esdrújula, lo que viene condicionado exclusivamente por la cantidad de la penúltima sílaba. Y es que en latín hay sílabas breves (permanecen menos tiempo en pronunciación) y sílabas largas (de doble duración que las breves), con cuya definición no quiero aburrirles. Pues bien, siempre que la penúltima sílaba de una palabra es larga se pronuncia como llana; por el contrario, si la penúltima es breve, la palabra siempre es esdrújula.

Hasta aquí una síntesis muy apretada del esquema teórico. Pero nosotros, que no hemos oído hablar a Cicerón o Séneca, ¿cómo sabemos la cantidad de una sílaba concreta? En el caso que nos ocupa, ¿cómo podemos conocer la cantidad de la penúltima sílaba de Corduba, la sílaba «du»? Efectivamente, no conservamos registros sonoros de época latina, pero, a pesar de la ausencia de tales testimonios que nos permitirían conocer la cantidad de una sílaba, sí conservamos otros registros no menos fiables, los textos poéticos: sabemos que la métrica latina se basa en la combinación armónica de sílabas largas y breves conforme a determinados cánones. Pues bien, en todas las ocurrencias del término Corduba en la poesía latina, la sílaba «du» es medida como breve, como se puede constatar, a título de ejemplo, en el poema épico Púnica de Silio Itálico (ca. 23 - 101 d.C.), y en los Epigramas del poeta bilbilitano Marco Valerio Marcial (40 - 104 d.C.).

Como estamos convencidos de que el error se ha producido por simple desconocimiento de la realidad lingüística, quizás por influencia del nombre de otras ciudades prerromanas como Onuba (Huelva), Iponuba (en las proximidades de Baena), que pronunciamos como llanas, esperamos que se subsane a la mayor brevedad para erradicar cuanto antes el daño que se viene causando.

Desde que disponemos de testimonios escritos, el nombre de nuestra ciudad fue siempre una palabra esdrújula: en la época romana, Corduba, en la islámica, Qurtuba, y en la actualidad, Córdoba. Después de casi 2.200 años manteniéndose fiel a la posición de su acento, el nombre de Córdoba no merece una agresión semejante.

* Catedrático de Filología Latina (jubilado), Universidad de Córdoba