Acepto que soy una expresión clara, del dicho popular «Quien nace lechón, muere cochino». He empezado este artículo con la idea de desarrollar vitalmente el título, para concretarla en un magnífico cuento que ha llegado a mis manos por el arte del birlibirloque (espero que se escriba así), El Ratón Pérez tiene problemas, de la escritora Lydia Pérez Horcas, con el que ha obtenido el primer premio del VIII Certamen de Cuentos por la Igualdad del Ayuntamiento de Alcalá la Real. Yo creo que la premiada recibe un premio justo. Su obra sabe situarse, con un lenguaje ameno y cotidiano, en el esquema de valores del originario Ratón Pérez, escrito en 1894 por el polifacético jesuita padre Coloma, a petición de la reina regente María Cristina, ya que su hijo (el futuro rey Alfonso XIII) iba a perder un diente y quería festejar el hecho de una manera alegre, lejos de los formalismos de aquella Corte entristecida. Coloma (todavía conservo mi libro de Pequeñeces y el recuerdo de mi Jeromin), recoge de la tradición y de la cultura popular al Hada de los Dientes de los países germanos, a le Petite Souris de la vecina Francia, al Topolino italiano o L´angelet catalán... Pero Coloma intenta aprovechar la ocasión (escribir a un futuro rey), para inculcar un valor solidario en aquella persona (trabajo inútil como mostrará la historia) y para ello adorna al personaje Pérez de un nuevo relato.

Y es aquí donde las «cabras tiran al monte». No renuncio al momento para desnudar el nuevo relato que está hilvanando el PSOE para vestir de oropeles la vuelta de P. Sánchez tras la revuelta (música de Apertura de Wagner, suave al principio, y del Nabucco de Verdi al final), de los boyardos que lo derriban de su trono, pero el pueblo amotinado, encarcela a los traidores y pone de nuevo en su trono al príncipe rebelde. Y colorín colorado. Coloma coloca al Ratón Pérez en la confitería Prast, cercana a Palacio, en donde busca al rey Buby (como la reina Cristina llama a su hijo familiarmente), para que le acompañe a recoger el diente de una familia muy pobre, intentándole mostrar que ricos y pobres somos iguales, en un mensaje de fraternidad humana. Ambos relatos, caerán cual trigo entre pedregales y tierra seca. Al tiempo.

La obra de Lydia Pérez, caerá, está cayendo, en fértil tierra y dará frutos, porque su cuento es mucho más que un cuento. Es una apuesta sincera por la igualdad, donde preserva la magia (el agujero debajo de la almohada o el botón mágico), porque el ser humano necesita ilusión sin precio, en cualquiera de las etapas de su vida.

Termino,... «ricos y pobres somos iguales, o al menos debemos serlos, más allá del papel».

Al final del libro, Luis Coloma cierra con la siguiente frase «Sembrad en los niños la idea, aunque no la entiendan: los años se encargaran de descifrarla en su entendimiento y hacerla florecer en su corazón». Enhorabuena y muchas gracias, Lydia.

* Exdiputado Cortes Generales