Aunque la Encuesta de Población Activa (EPA) del primer trimestre del año ofrezca para Córdoba y Andalucía una mejor evolución del empleo que en la media española, y aunque los datos sean positivos, no se puede hacer una interpretación triunfalista, ni mucho menos. Una vez más, expresan el anquilosamiento de los grandes defectos del sistema productivo y del mercado laboral de la provincia y la nula evolución hacia nuevos parámetros de desarrollo económico. El sondeo del INE repite lo que ya sabemos desde hace décadas: que en el primer trimestre del año el empleo mejora por las campañas agrícolas, especialmente buenas este año, lo que arroja 6.200 desempleados menos que en el mismo periodo del 2016 y permite que Córdoba vuelva a los niveles de paro del 2010, aunque con la tremenda cifra de 104.000 cordobeses sin trabajo. La EPA señala también una subida del paro en el sector servicios y en la industria en tasa interanual, aunque añade la cifra favorable de 500 parados industriales menos en la comparativa trimestral. Así, mientras en España el paro aumentó en 17.200 personas en el primer trimestre hasta llegar a los 4,2 millones de desempleados y el 18,75% de la población activa, en nuestra provincia la tasa de paro, aunque baja del 30%, se sitúa en el 27,5%, un porcentaje que deberíamos calificar de insostenible si no supiéramos que Córdoba lo viene sosteniendo y superando desde hace muchos años. ¿Mejor este dato que el del año pasado y que el 37% que se llegó a alcanzar en el 2012? Pues claro que sí, pero no es una base para el futuro, pues nuestro territorio sigue arrastrando la dependencia del sector agrario, la inestabilidad en el tipo de puestos de trabajo que se generan y la ausencia de proyectos productivos que generen empleos de calidad. Llevan razón los sindicatos al demandar un cambio de modelo, pero eso solo se conseguiría saliendo del conformismo con objetivos muy claros, respaldo inequívoco de las administraciones, un sector empresarial valiente y el empuje de toda la sociedad.