Ha perdido una hija por violencia machista. El dolor ahoga su garganta al otro lado del teléfono. En realidad, todo lo que me dice son dos palabras: «¿Por qué?». Yo no he sabido qué contestarle. Me pregunta por qué Dios permite el sufrimiento. Yo no he sabido qué contestarle. Me pregunta por qué le tenía que pasar eso a ella, con lo que le había costado sacar a su hija a la vida. Yo no he sabido qué contestarle. Escribo este artículo con las lágrimas de ese sufrimiento. Ahora se ha hecho el silencio en ese corazón de madre. A veces me imagino tanta tristeza en sus ojos que es como si me asomase a un abismo de desesperación. Rezo ante una estepa desolada. Fuera, la vida sigue; la gente ha vuelto de Semana Santa y ya habla de mayo, las cruces, los patios, la feria; luego, la playa. La madre se ha quedado al margen de la vida. Me dice que por las noches oye la voz de su hija y no sabe cómo impedirlo. Tenía veinte años. ¿Por qué? Miro a mi corazón. Se ha quedado callado. Miro al cielo de la noche. ¡Las estrellas están tan lejos! Los días pasan. Cada cual vuelve a sus ocupaciones. Solo la madre, a solas con el dolor. Los primeros días todos la acompañaban; pero la vida sigue, y la primavera, y el olvido. No hay nadie. Las habitaciones están en silencio. Nadie ha venido ni nadie va a venir. Quizás no debería escribir este dolor. Quizás no debería escribir ni una palabra más. ¿Para qué sirven mis palabras? Están cansadas, ¡tan cansadas! Son solo soledad y melancolía; solo silencio. ¿Qué podemos decirle a los que sufren? ¿Para qué el sufrimiento? ¿Estamos encadenados al sufrimiento? ¿No podemos hacer nada, rebelarnos, protestar? ¿Huir? ¿Gritar? ¿Quitarnos la vida? ¿Provocar más sufrimiento? El egoísmo extiende su sombra, ahoga con su sombra y aniquila las conciencias. ¿Qué será de esa madre? Se resignará. ¿Tal vez su alma cambiará para siempre hacia la amargura, hacia la definitiva tristeza? Yo no sé ni para qué escribo este artículo. Ante el dolor solo sirve el silencio. No nos podemos escapar del dolor. Ahí está, latiendo como un corazón que nunca cesa. ¿Es así como palpita el universo? Y sin embargo siempre florece la esperanza, porque la vida existe por sí misma. Esta madre acabará sacando amor para evitar esa violencia en otras mujeres.

* Escritor