El titular periodístico es preocupante, porque avisa que este año, 2017, se presentará al mundo un tiempo explosivo. ¡Solo faltaba eso! La situación política y la situación económica ya son, hoy, explosivas en muchos puntos del planeta. Pero una cosa es que la humanidad haya decidido esparcir la destrucción por diversos territorios y otra que la señora naturaleza se proponga sacudir brutalmente la Tierra.

Antonio Madridejos ha explicado que el año pasado -no habla de los siglos lejanos- las condiciones meteorológicas fueron extremas. Son los efectos del famoso calentamiento del que hablan los expertos, de acuerdo con la ONU. El futuro no se sabe, mejor dicho: se sabe que es amenazador. De momento se ha demostrado que en el Ártico ha habido olas de calor. Y una parte de la inmensa masa helada ha empezado a desprenderse, para empezar a navegar por su cuenta.

Hace muchos años estuve en Alaska. No por vivir ninguna aventura, sino para que, desde Japón, tenía que volver a Barcelona y se acababa de estrenar el vuelo aéreo que pasaba por Alaska. Guardo, de aquella ocasión, una pequeña figura comprada en ese aeropuerto tan alejado de nuestro mundo: una pequeña muñeca con una piel de animal que la abriga.

A los humanos les será difícil abrigarse si el deshielo progresa. No tengo ningún tipo de capacidad para analizar los problemas que pueden aparecer debido a esta invasión glacial desprendida. Si no me equivoco, ni Julio Verne, el gran imaginativo del futuro, escribió una novela sobre la descongelación de la Tierra.

Y si no me equivoco, tampoco yo me he dedicado a lo largo de la vida a fardar de haber estado en el Ártico. Lo único que hice, esperando subir al avión que me llevaría a casa, fue tomar un café, muy negro tan rodeado de blancura.

De vez en cuando, en casa, miro la pequeña muñeca que me costó tres dólares y también una profunda añoranza.

* Periodista