Estos se quejan, muchas veces con razón, de que, cuando circulan por la carretera, los automovilistas no los respetan, y en lamentables ocasiones son atropellados, sin que quien los ha derribado se pare a prestarles ayuda y se da a la fuga. Esto por desgracia es cierto, igual que también lo es que, bastantes veces, marchan agrupados, y no en línea como está mandado por las normas de circulación.

Pero no es en ellos que los que quiero que fijemos nuestra atención, sino en los que circulan por nuestra Córdoba.

Marchan según se les antoja. Si van por la calzada, muchas veces en dirección contraria y sin respetar ni pasos de cebra ni semáforos. No hace mucho tiempo que uno fue atropellado en el semáforo de Puerta de Gallegos, por cruzar, cuando ya estaba en rojo para los peatones, con la desgracia de que falleció.

De la misma manera circulan por las aceras, golpeando a los peatones con los manillares de sus vehículos, sí vehículos, ya que, aunque tengan dos ruedas solamente, no dejan de ser un medio de transporte de personas y cosas, según lo define la RAE.

Yo lo he sufrido en mis carnes, pues en cierta ocasión, yendo por la calle Antonio Maura en dirección a la República Argentina, un ciclista se introdujo entre mi esposa y la pared, golpeándola fuertemente, de tal manera que, casi la derriba. Al llamarle la atención, no se me olvida, me contestó con bastante desvergüenza: «Eso es lo que hay, si te perece bien, bien, y si no te aguantas».

Esa es, en la mayoría de los casos su actitud y forma de comportamiento, de tal forma que muchas veces los peatones tenemos que hacer equilibrios para que no nos atropellen bien por las aceras, ya al cruzar un paso de peatones.

Con total impunidad marchan por donde les place y sin responsabilidad alguna.

Recuerdo, que, cuando tenía menos edad, las bicicletas iban totalmente documentadas, ya que teníamos que solicitar al Ayuntamiento una matrícula que había que colocarle en la parte trasera del vehículo, además de un timbre para avisar, al pasar, y un faro que se alimentaba por la electricidad que se producía al rozar una dinamo con el lateral de la rueda delantera.

Desde luego, estaba totalmente prohibido circular por las aceras y, al que lo hacía y lo veía un policía local tomaba nota para multarlo pues tenía un medio de identificación que era la matrícula, registrada en el Ayuntamiento, y aunque se diese a la fuga, era fichado por el número que lo distinguía.

He observado, más de una vez, a varios ciclistas haciendo el caballito por el centro de vías principales de Córdoba, como la calle Conde de Gondomar y/o Concepción.

¿Por qué esa dejadez y falta de intervención de nuestro Ayuntamiento? ¿Por qué no regula, mediante unas ordenanzas municipales el movimiento de las bicicletas? ¿Por qué tenemos que sufrir los peatones atropellos, empellones y soportar el descaro y el privilegio que tienen los ciclistas para circular por donde y como quieran, sin rendir cuentas a nadie?

* Doctor en Filosofía y Letras (Geografía e Historia)