Os acordáis de la niña de Rajoy? Vaya tela. Pues yo os contaré dónde trabaja ahora la «no niña» de Rajoy. Porque esta muchacha, que entra a las ocho y termina entre ocho y once de la noche en un almacén de frutas donde vuela el polvo de batata y ruedan toneladas de aguacates y cítricos por cintas, cajones, cubas, calibrado todo y expurgado bajo la atenta vista de las encargadas al grito de «¡con las dos manos!», porque la no niña de Rajoy, deslomada, se apoya en una y maneja con la otra y eso no, niña, con las dos, mucho más vistoso, ¿qué te parece?; esta no niña, decía, a la cual recuerdan la suerte que tiene por no salir hoy a medianoche y no venir el sábado de mañana, porque total, dicen, «¿qué vas a hacer tantas horas en casita? Pues vienes aquí y trabajas algo»; esta no niña, recuerdo, novata en la materia, esta no es «la» niña, como tantas otras compañeras que han mamado y asumido el «esto es lo que hay» con disciplina y sonrisa, felices de su «puesto de trabajo», encantadas, puntuales, cumplidoras, mil euros al mes con gusto, como era el deseo expreso del comité cacique. La no niña de Rajoy va a durar, según me ha dicho, un mes o dos o tres días, después de los cuales mandará al carajo el asunto, bonito recuerdo de juventud, mientras los camiones continúan llenándose de palés, directos al súper, y los caciques se divierten en el puticlub del polígono, viagra y cacharro mediante, sin problema. Y que conste que no moralizo ni critico ni al cacique ni a las niñas ni a Rajoy ni al puticlub, por Dios. Me centro en crear ambiente y festejar el futuro instante en que la no niña de Rajoy, por la cual siento un especial cariño, eleve su dedo medio y se despida (si lo hace), alejándose del hoyo de la productividad, ese agujero triste como una mina de coltan, donde el mayor peligro es acostumbrarse.

* Escritor