Bimba Bosé murió y la lloraron su familia, amigos, el mundo de la moda, de la canción, del espectáculo. La lloraron muchos más. Los que están acostumbrados a hacerlo siempre que una muerte arrebatada por el cáncer llega a los titulares. Los que comparten enfermedad y miedo. Los que la superaron, pero saben que un día se paseó por su cuerpo y no olvidan sus pisadas. Los que saben que van a compartir con ella el resto de sus días. Bimba era valiente. Era transgresora. Era joven. Y en un engaño pueril, nos parece que robarle sus días es hacer trampa, como si la muerte supiera algo de la vida. En medio de tantas lágrimas, su hija negó que fuera un día de tristeza, «porque a mi madre es lo que menos le gustaba, la tristeza. Hoy es un día para estar contentos por todos esos momentos que hemos vivido y disfrutado con ella». Y en esas palabras parecía flotar la sonrisa de Bimba, la de tantos que se enfrentan a la enfermedad tratando de negarle la victoria del desconsuelo. Porque la tristeza es pegajosa. Y traidora. Y tiene ánimo de invasora. Se pega a la piel, a la mirada propia, pero también a la de los otros. Hasta cubrirlo todo de ceniza. O sal. Tierra quemada. Estéril. No, la tristeza no sabe de pactos. Es una niña caprichosa y consentida. Todo lo quiere. Nada le basta. Y le gustan los juegos crueles, los que hacen daño, los que se crecen con la debilidad del otro. La pequeña tirana se divierte dictando órdenes de expulsión de la rayuela. Y le gusta vernos así, contemplando nuestra vida sin participar en ella, llorando por todo lo perdido. Hasta que nos roba el último aliento. Hay muertes que sueñan con paraísos, cielos o estrellas lejanas. Hay muertes que son término: tierra y abono. Inspiración de poetas. Idea para el filósofo. Estadística para el sociólogo. Sustancia para el científico. Al fin, siempre gana. Pero es una victoria de nada. De vacío y de silencio. En cambio, para la vida queda un infinito de momentos. De amores. De amigos. De canciones. De letras. De historias. Y de sonrisas. Infinitamente más bellas que todas las lágrimas.

* Periodista