Como no lo voy a ser, esto se queda en soñar y soñar. Soñar es fácil, ni se cosume el presupuesto municipal, ni la oposición interrumpe tu deleite onírico, ni tienes que preocuparte de la eficacia en llevar a la práctica tus sueños. Alguna ventaja tenemos que tener los que no nos dedicamos a la política activa. Esa ventaja es que podemos formular nuestros deseos, sin asumir la responsabilidad de su factibilidad.

Pues para empezar por lo más caro y más complicado: si yo fuera alcalde, me iría un día a pasear despacio por la ribera. Por ambos lados del río. Intentaría que se me ocurriese algo para hacer que el río Guadalquivir, además de pasar por Córdoba, se quedara un rato entre nosotros. Se me ocurre que si se pudiera levantar una presa aguas abajo de la ciudad, de forma que se elevase el nivel del agua, y quedase una gran lámina de agua de lado a lado del cauce actual, la ciudad ganaría muchísimo.

Se podrían tener deportes acuáticos, la gente podría ir a remar y a pescar. Claro, haría falta que el agua estuviera limpia, no contaminada de alpechín o cualquier otro residuo sólido contaminante.

En ambas riberas del río, sobre todo en la ribera sur que está más despejada, se podrían situar lugares de esparcimiento, de paseo. Ahora tenemos un sitio donde ir a pasar un día al aire libre: la sierra. Entonces tendríamos dos: la sierra y el río.

Si yo fuera alcalde me dedidaría a poner bancos por las calles. Muchos bancos. Donde la gente pudiera sentarse a charlar un rato, a leer el periódico, o a hacer punto mientras toman el sol. Ya hay bancos en el Bulevar del Gran Capitán, pero yo pondría bancos por todas partes: en la plaza de Colón, en los jardines de la Victoria, en el Campo de la Verdad, en el Sector Sur, y en el barrio de Cañero. Al andaluz le gusta salir a la calle, ver a la gente pasar. Yo les daría la oportunidad de que puedan hacerlo, y sentarse a descansar sin necesidad de tener que consumir una cerveza en el bar de la esquina.

Y como para pasear por la calle es preciso no tropezar cada tres por cuatro, en mis ratos de ocio me dedicaría a pasear yo mismo y tomar notas de las roturas y desperfectos de los acerados. Todos aquellos lugares donde un caminante distraído o menos ágil, pueda tropezar o hundir el pie en un bache. Pediría al Pleno municipal que me asignase a mí personalmente una cuadrilla de albañiles a los cuales cada fin de semana les pudiera dar la lista de todos los baches, desperfectos y roturas en el acerado que tendrían que reparar. Iríamos despacito, pero pienso que a los cuatro años los acerados de la ciudad estarían todos relucientes como una patena.

Si yo fuera alcalde me gustaría tener una oposición importante en el Pleno. No me gustaría tener mayoría absoluta. No me gustaría, porque doy por supuesto que en más de una ocasión tanto yo como los de mi grupo nos íbamos a equivocar. Me interesaría mucho saber cómo se pueden ver e interpetar las mismas cosas cuando se miran desde otro ángulo distinto al mío. Pero me gustaría una oposición que no se dedicase a decirme solamente que yo lo hacía muy mal, a sacarme los trapos sucios cada vez que pudieran, y cuando no pudieran también. Me gustaría que, cuando yo propusiese hacer algo, me dijeran que eso mismo se podría hacer mejor de otra manera, y especificando la manera. O proponiedo otra idea todavía mejor que la mía. Esto me favorecería mucho como alcalde. Porque entonces les diría que sí, que lo hicieran ellos, y les daría medios para que lo pudieran hacer. Unas cosas las haría yo desde la alcaldía, otras las harían ellos desde la oposición: en definitiva todas serían hechas por la Corporación municipal.

Si yo fuera alcalde tendría que pensar la manera de dar a Córdoba una dimensión internacional. Lograr que a Córdoba vinieran muchos extranjeros, y facilitar que los cordobeses fuesen mucho al extranjero. No sólo a hacer turismo, sino a conocer y familiarizarse con los hábitos y culturas de otros países. Habría que fomentar el apredizaje de lenguas extranjeras. Aumentaría el número de escuelas y colegios bilingües que ya existen actualmente hasta conseguir que todos lo fueran. Lograr que todos los cordobeses tuviesen la oportunidad de aprender el francés, el inglés y el alemán. Facilitaría contactos con ciudades hermanas de por aquí y por allá, para intercambiar excursiones culturales para la gente, para toda clase de gente. Intentando así que el ciudadano cordobés llegase a sentirse ciudadano de una sociedad mundial globalizada.

Bueno, el sueño se ha acabado. No sé si todo esto será algún día verdad; pero si llegara a serlo, sería bonito.

* Profesor jesuita