Hace cinco años, el proyecto de divulgación científica Arqueología somos todos, que sostiene el Grupo de Investigación Sísifo de la Universidad de Córdoba, inició una nueva y celebrada forma de transferir a la sociedad el conocimiento generado por la investigación en arqueología destinada en último término a transformar aquél en tejido productivo (básico en una ciudad histórica como Córdoba), pero también a educar a la ciudadanía, ávida de una información que le ha regateado durante décadas el carácter un tanto elitista y siempre hermético de nuestra profesión, atemorizada ante las posibles consecuencias de una «popularización» de la disciplina que muchos han querido tildar, interesadamente, de simple banalización. Desde entonces se cuentan por cientos las iniciativas emprendidas (conferencias, rutas, talleres, viajes, elaboración de material didáctico…), desde una apuesta firme y decidida por la integración, la interdisciplinariedad y sobre todo la innovación, pioneros también en eso por más que a algunos les pese. Pueden encontrar cumplida prueba en nuestra web: www.arquecordoba.com, visitada cada año por un millón de personas, y reconocida dentro y fuera de nuestras fronteras, como el proyecto mismo, imitado ya en muchos países de nuestro entorno. No cabe, pues, dudar de la trascendencia de lo que hacemos, por más que los organismos evaluadores de la actividad universitaria tiendan a depreciar la actividad divulgadora por considerarla de segunda categoría, y las instituciones en general a prescindir de ella, con excepción de los mercados romanos. Eso, por no hablar de otros estamentos, que primero nos ignoran, luego nos critican y finalmente nos copian, lo que termina por fijar nuestro más importante índice de impacto en la gran cantidad de émulos que nos nacen por doquier. En síntesis, no es una labor fácil, por lo que tiene de apuesta personal, de compromiso moral y ético, de reto y riesgo asumidos; aun así, nos mantenemos todavía en la brecha, de forma vergonzantemente precaria, pero convencidos de que la arqueología, además de ciencia histórica es ciencia social, y como tal se debe no sólo a la comunidad científica, sino también a su entorno.

Sirva este preámbulo para hablarles de algo más concreto, que nos mantiene alborozados de una parte y sumidos en la más pura frustración de otra. Hace tres meses presentamos en público un vídeo titulado Los orígenes de Córdoba, que en cinco minutos trata de mostrar con un nuevo lenguaje audiovisual cómo y por qué surge Córdoba, y la imagen urbana realmente monumental que llega a alcanzar la Colonia Patricia de comienzos del Imperio. Es sólo una más de las impactantes herramientas que estamos creando en el marco de nuestros proyectos de investigación, y como es habitual la pusimos de inmediato al servicio público, subiéndola a nuestra web en formato de libre descarga. Desde ese momento el vídeo inició una andadura imparable en las redes sociales, y ha acumulado ya más de quinientas mil reproducciones, convertido del tirón en el documento sobre el pasado de Córdoba más visto de la historia de la misma, de la que nos hemos erigido por la fuerza de los hechos (que no oficialmente) en principales divulgadores; y que conste que hablo desde la más absoluta humildad. Hemos demostrado con ello que la sociedad se muestra siempre receptiva a los productos de calidad, que la arqueología sigue ejerciendo una enorme fascinación entre una parte importante de la gente, que el interés por el pasado de Córdoba es universal, que las posibilidades del mismo son ilimitadas, y que con un poco de apoyo podríamos cambiar a mejor el discurso patrimonial de aquélla en sólo unos años.

Ante algo como lo que está ocurriendo (porque al vídeo le queda mucho recorrido) lo normal en cualquier otro lugar de la Tierra habría sido que la prensa local enloqueciera, las instituciones reaccionasen de inmediato, y la empresa hiciera cola ante los autores para apoyar y potenciar la creación de nuevos productos, no sólo en español. El vídeo es sólo un botón de muestra. La historia y la arqueología de Córdoba dan para infinitamente más. Sin embargo, huelga casi decirlo, no ha ocurrido nada de esto, por lo que estamos de nuevo a punto de desaprovechar uno de los escaparates más potentes que ha generado la propia ciudadanía, por desinterés, incompetencia, ignorancia, estulticia o pura y dura abulia. Frustrante y disuasorio, sin duda. ¿Cómo quejarnos si al final del proceso todos estos jóvenes brillantes, solventes y con ideas que se han formado en nuestro ámbito y son lo mejor que tenemos acaban en el otro extremo del mundo, despilfarrando así nuestra savia? Definitivamente, no tenemos remedio.

* Catedrático de Arqueología de la Universidad de Córdoba