Han pasado muchos años desde que en 1223, en una cueva cercana al castillo de Greccio, en el centro de Italia, san Francisco de Asís y un grupo de franciscanos preparasen un altar sobre un pesebre, junto al cual habían colocado una mula y un buey. Unos campesinos interpretaban los personajes de la narración del evangelio de san Lucas. Aquella noche, escribió uno de los frailes, «se rindió honor a la sencillez, se exaltó la pobreza, se alabó la humildad y Greccio se convirtió en una nueva Belén». Aquella celebración de la eucaristía de Navidad, en la que todos los fieles formaban parte de aquel Belén viviente no se olvidó jamás. Cuentan que la gente volvió contenta a sus casas, llevándose como recuerdo la paja. Y es que poner el Belén es algo más que decorar un espacio con un paisaje invernal. Es todo un mensaje de salvación, de fraternidad, de paz y de esperanza para las entrañas de la humanidad. Junto a los belenes, las felicitaciones navideñas que recibimos estos días. La del obispo de la diócesis, Demetrio Fernández: «Déjate querer por Jesús y si tú le quieres a Él llegarás a parecerte a Él». La del arzobispo castrense de España, Juan del Río: «Que el nacimiento de Cristo colme de alegría y paz tu corazón y llene de bendiciones el Nuevo Año. ¡Muchas felicidades!». La de Javier Martínez, actual arzobispo de Granada: «Todo es gracia, Señor. Y Tú eres la Gracia en todas las cosas. ¡Bendita tu venida!». La de la editorial Paulinas, entre brisas de cercana comunicación: «Nace Dios, viene a estar entre nosotros, a compartir nuestra vida. Esta es la ‘buena noticia’ que estamos invitados a dar utilizando todos los medios y que el Señor pone en nuestras manos». La de los formadores y seminaristas de san Pelagio, evocando unas palabras del Papa Francisco: «Cuando oigamos hablar del nacimiento de Cristo, guardemos silencio y dejemos que ese Niño nos hable: grabemos en nuestro corazón sus palabras sin apartar la mirada de su rostro». ¡El precioso regalo de los christmas!

* Sacerdote y periodista