El horror irrumpió en Berlín. Junto a la iglesia Memorial del Kaiser Wilhem, asolada por los bombardeos aliados en la batalla de Berlín. Sus ruinas son un clamor contra la guerra. Por ello también recibe el nombre de iglesia del Recuerdo.

Las personas tienen memoria. También los pueblos. Y la piel... ¿Y el horror? ¿Cuánta memoria contiene el horror? En esas manos que se mantuvieron atrozmente firmes mientras sembraban el asfalto de muerte, ¿qué huella de locura, miedo, odio, impotencia, rabia o maldad se escondía entre las líneas de sus palmas? Esas que siguieron aferradas al volante, insensibles a los rostros, a los gritos, a la destrucción que provocaban. No hay excusas para el hombre, pero sí hay interrogantes para ese horror que mina el mundo. Tampoco sirven los argumentos simples ni las acusaciones por impulso ni la búsqueda irreflexiva de enemigos para calmar el dolor. Según los datos del Global Terrorism Database, el 87% de los atentados cometidos por el terrorismo yihadista entre los años 2000 y 2014 se produjeron en países donde la mayoría de la población es musulmana. Más de 72.000 personas murieron en esos atentados. 63.000 en países donde el islam es la religión mayoritaria.

Pero las lágrimas no saben de cifras ni de credos ni de causas. En todos los rostros, las lágrimas de amargura tienen la misma composición. Y dejan huella. Un surco de dolor que se filtra para siempre en la memoria.

* Escritora