Salta a la mente el terrible ataque terrorista en Niza. Y el ataque contra el World Trade Center en Nueva York. Ambos eran actos extremadamente simbólicos. Los terroristas habían secuestrado un medio de transporte y lo habían convertido en un arma mortal. Al igual que ahora en Berlín, donde se utilizó un camión robado en la capital de 40 toneladas para matar al máximo número posible de personas. Esto demuestra, sobre todo, que no se trata de un criminal que actúa solo. Todo indica que este ataque fue preparado mucho antes. Y, a su vez, supone un grave error en el trabajo de las autoridades de seguridad. No hubo ninguna advertencia de seguridad previa. Evidentemente, los expertos andaban totalmente desorientados sin sospechar nada. Crece el miedo al desarrollo sin control de unos hechos sin saber el dónde y cuándo. Y tampoco nos sentimos mejor sabiéndolo. Es justamente lo que pretenden los terroristas.

No hay duda de que este ataque sacudirá la república hasta sus más profundos cimientos. Hasta ahora, la policía, los servicios de rescate y los medios han sido muy prudentes y solamente han hecho públicas las noticiasaseguradas. En Berlín no hubo ni especulaciones, ni errores, ni actividad frenética como en la matanza de este verano en Múnich. La gente ha evitado los nervios e incluso el pánico. Por ahora. El fiscal general federal cree que se trata de un ataque terrorista. Sin embargo, aún no está claro si hay uno o más autores y el paquistaní detenido, que llegó a Alemania hace un año, fue puesto en libertad ayer por la tarde.

Ya la misma noche del atentado, mientras, la derecha de la Alternativa para Alemania (Afd) lo vinculó con la política de refugiados. «Por fin deberíamos darnos cuenta que este terrible acto también es la consecuencia de la pérdida de control en las fronteras». La AfD siempre ha señalado que esa política de Merkel esconde graves peligros. «Un país incapaz de proteger sus fronteras cuando hay una emergencia ha fracasado», dijo el comunicado de la AfD. Los populistas de la derecha van a intentar sacar provecho político, justo cuando las últimas encuestas señalaban cierto descenso de sus seguidores.

Mientras tanto, el jefe de la CSU, Horst Seehofer, y socio de la gran coalición gobernante, también ha exigido consecuencias para la política de refugiados. Hay que recordar que las fronteras abiertas y la cultura de la bienvenida ya son episodios del pasado. Populismo y marcialismo son una mezcla explosiva. Solamente existe una posibilidad de desactivarla, enfrentándose a ella con serenidad. Para algunos, lo más importante es obtener «ganancias políticas». Pero el verdadero reto es otro: mantener el Estado de derecho tolerante por el cual ha sido luchando la sociedad durante los últimos 70 años. Es necesaria una reacción prudente como la del entonces jefe de Gobierno de Noruega, Jens Stoltenberg, tras el atentado en Utoya del 2011. «A estos atentados deberíamos contestar con más democracia y más apertura. De lo contrario, los que están detrás han logrado sus objetivos», afirmó.

* Director de la fundación Friedrich Ebert en Madrid y analista de Agenda Pública