Creo que siempre es bueno saber hacer de la necesidad, virtud. La desgracia de situarnos a la cabeza del paro nacional y europeo ha empujado a la población andaluza a una emigración prolongada y endémica como lo acreditan las casi 400 casas regionales de Andalucía, repartidas por los cinco continentes, en las que se ven representados los casi dos millones y medio de andaluces que se marcharon en las últimas décadas, y de las que siguen lejos de sus casas más de dos terceras partes. La mayoría en países como Francia, Alemania o Argentina, y en autonomías como Cataluña, Madrid y Valencia.

Señalo estos datos para felicitar la iniciativa de turismo de la Junta de Andalucía, concentrando diversos proyectos sobre un nuevo producto turístico, centrado en el llamado turismo de raíces, pues como ha recordado el consejero de turismo de la Junta, Francisco Javier Fernández, Andalucía ha sido punto de encuentro de culturas, una tierra universal, por la que han pasado numerosas civilizaciones a lo largo de los siglos, cuyo legado se ha extendido por todo el mundo. Y en una sociedad globalizada donde todos buscan su propia identidad, es bueno ofertar que a lo largo y ancho de los pueblos y ciudades de nuestra geografía se encuentran las señas de identidad de millones de personas, que un día partieron con la maleta de cartón en los barcos de la esperanza o en los trenes de la ilusión.

Junto a la oferta de sol y playas, además de la oferta patrimonial y monumental, aderezada por la gastronómica, señalar las raíces como reclamo, toca la fibra sensible e íntima para saber realmente de dónde venimos. El proyecto, que se dirige tanto al mercado nacional como internacional, se basa en atraer viajeros de regiones o países que mantienen con la comunidad lazos culturales, históricos y familiares, significando un evidente componente emocional para un turista que busque un plus más personal en su experiencia vital. Este es el caso de los judíos y sefardíes, donde se está promocionando Andalucía como destino turístico, con sus redes de juderías y otros eventos. Hoy sabemos que existe el pequeñito pueblo de Láncara porque Fidel Castro visitó la casa donde vivió su padre en Lugo. Quién no desea conocer alguna vez los paisajes que añoraron sus mayores. El turismo es una industria de paz, porque fomenta el conocimiento, la comunicación y la convivencia entre pueblos y culturas diferentes. Todo un símbolo para lo que Andalucía representa, y todo un referente para un despegue económico que tanto necesitamos. Pongamos en valor nuestro pasado, para rentabilizar nuestro presente y marcar líneas estratégicas para nuestro futuro.

* Abogado