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Unamuno, ochenta años después

Este año se han cumplido ochenta años. Fue el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Solemne acto de apertura del curso académico. Celebración patriótica del Día de la Raza. Preside el acto don Miguel de Unamuno, excelentísimo rector. Está la mujer de Franco. Está el obispo. Está el mutilado Millán Astray con su parche en el ojo y sus dos cojones. Hay camisas azules y gacetilleros al tanto. Hay literatos que escogieron el bando ganador con admirable previsión y legionarios de pelo en pecho, jefecillos de traje lustroso y muchachas pretendidas en el cogollito social de la capital del Tormes.

Intervienen cuatro oradores, José María Pemán entre ellos. Unamuno ha decidido no abrir el pico por lo que pudiera pasar. Sin embargo, el sabio bilbaíno se va calentando a medida que va escuchando el verbo encendido de los intervinientes. Loas a la España una, grande y libre. El fascismo sanará el cáncer vasco--catalán. Unamuno, que en su momento apoyó la sublevación militar frente al desmadre de la Segunda República, va esbozando unas cuantas ideas en el dorso de un sobre, el sobre de una carta enviada por la mujer de un condenado a muerte pendiente de intercesión. Después de un rato don Miguel revienta e improvisa un discurso que debería estudiarse en las escuelas de nuestro país como modelo de grandeza cívica. El pensador no quiere callar. El pensador no quiere otorgar. El odio no deja lugar a la compasión. El verdadero imperio es el de la lengua. El exterminio de la diferencia acaba con la libertad. Vencer no es convencer; la fuerza bruta de las armas envilece y la persuasión de los argumentos nos hace más grandes. Da miedo que un general dicte las normas a la masa.

La gente se remueve en sus asientos al escuchar la intolerable salida de tono del rector. Rojo. El rector no es más que un rojo de mierda. Resoplidos y cabeceos de indignación. Brazos en alto. Abucheos. Legionarios que se echan la mano al cinto, la madre que parió al demonio. Millán Astray se rebota. «¡Muera la intelectualidad traidora!».

La cosa no pasa a mayores. El autor de San Manuel Bueno Mártir es muy conocido. Hace poco que Lorca ha sido brutalmente asesinado. Estaría feo cargarse a otro. Unamuno vuelve a casa. Probablemente sabe lo que le espera. Por la tarde se la lían en el casino. Se refugia en su domicilio. Al día siguiente ya no es concejal. No tardarán en arrebatarle el rectorado. Morirá a final del mismo año 36 después de escribir algunos de los versos más tristes de nuestra literatura.

* Profesor del IES Galileo Galilei

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