Opinión | La clave
El humor inglés o el cervantino
Eduardo Mendoza escribió La verdad sobre el caso Savolta cuando vivía en Nueva York, trabajando como intérprete de la ONU. Eso pasó en 1975, y tres años después esta novela figuraba como lectura obligatoria en los temarios del bachillerato, entonces llamado BUP. Era tal el impacto del mosaico que describía, de la violencia, de la corrupción, del paisaje social y sindical de la Barcelona de principios del siglo XX, de la sangre fría de sus malos de manual, que su lectura impactaba, de modo que una opera prima consagró a su autor. Ha tenido Barcelona, con Mendoza, el privilegio de una inmortalidad literaria continuada en La ciudad de los prodigios (1986), igual que en toda la saga de su personaje estrella, ese detective a la fuerza nacido al papel en 1979, antiguo ratero y confidente de la policía del que nunca sabremos su nombre, aunque en El misterio de la cripta embrujada adoptó el del director del manicomio en el que estaba recluido, el doctor Sugrañes. Con ese nombre nos podemos quedar después de haber sufrido detrás del personaje todo tipo de aventuras, pegajosos y sucios como él, vestidos de flamenca, atormentados sin comer, ansiosos de una pepsi, tratando de engañar a la pobre hermana puta y contrahecha, mintiendo como apaleados Lazarillos (o Cortadillos), machacados por los poderosos y, en el interín, resolviendo un caso policíaco. Y riendo, riendo mucho. Son los divertimentos de Mendoza, caballero al que incluso los que no queremos saber nada de los artistas para que no se nos estropee su obra celebraríamos conocer. Quizá tenga que ver que estudiara en Londres, pero esa elegancia de carácter, esa firmeza en la exposición de ideas que no precisa ofender y esa honda psicología que no deja atrás ni una crítica social, ni humana, tiene que ser innata. Puede que tenga algo de ese llamado «humor inglés», que era como antes se aludía a la ironía fina y continuada y al enredo descabellado, por más que sea El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha el culmen de ese sentido del humor en estado puro, que no precisa la palabra gruesa ni la sangría, pues cada personaje se pone nota a sí mismo con sus palabras y sus hechos. Y, para delirante, don Alonso Quijano.
Si usted es lector de Eduardo Mendoza, participará de esa alegría pura, no enturbiada por la envidia, de la concesión del Premio Cervantes a tan magnífico escritor.
--Ah, ¿pero no lo tenía?
- Primeras palabras de Laura Moure sobre su problema de salud: 'Bastante grave
- Virginia Troconis toma la decisión tras 21 años de matrimonio con 'El Cordobés': 'Miro atrás..
- La calle de Córdoba que mantiene vivo un nombre borrado de la historia
- Una señora de Córdoba se enfrenta al equipo de 'First Dates': 'No lo suelto
- El 'pulmón' de Ciudad Jardín cumple 25 años
- Las tres noticias más importantes de la mañana en Córdoba
- Los desapercibidos restos de una mezquita en una iglesia de Córdoba: 'Llama poderosamente la atención
- Los veterinarios de Córdoba cerrarán contra la prohibición de vender antibióticos en clínica