Opinión | Tribuna abierta

Europa lleva razón

Grecia, el ‘brexit’, Colombia y hasta Trump cuestionan la arrogancia de la UE

El 6 de julio del pasado año los griegos votaron no a la austeridad impuesta por Europa --más bien por Alemania y los poderes monetarios--. Europa dijo que Grecia se había equivocado. Siempre el occidente del continente occidental por excelencia lleva razón. Se temía la salida de los helenos por el efecto «contagioso» hacia otros países con economías más débiles, más bien comparsas de las naciones centroeuropeas. Todavía los ingleses no se habían planteado una salida de «Europa». Europa dictó que los griegos no sabían lo que querían. Europa sí sabía lo que los griegos debían hacer.

El jueves 23 de junio de este año los británicos decidieron abandonar la Unión Europea. Pensaban que tantas «confluencias» entre tantos países distintos y tanta incertidumbre en una política europea, sin ninguna estrategia económica ni social, no era bueno para las islas. Europa dijo que los británicos se habían equivocado y que los pérfidos habitantes del Reino Unido no sabían lo que hacían. Los europeos, sí.

Un domingo de principios de octubre de este año de 2016, segundo día del mes, los colombianos decidían rechazar el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Los editoriales de los medios europeos no podían aceptar la derrota de la apuesta que habían defendido --porque la paz es una cuestión que queda bien defender--. Los colombianos, por lo que se ve, se habían equivocado. En España, parte de Europa Occidental, la verdadera Europa, se defiende --con razón-- que los crímenes terroristas deben ser juzgados y los culpables cumplir sus condenas. Pero claro, Colombia está a más de ocho mil kilómetros de Europa. Eso no importa. Ellos deben «perdonar» a los terroristas, y las víctimas y los familiares aceptar su sufrimiento, cuando aquí se ha decidido que no. Además, por lo que parece, no se contó con todas las partes de la sociedad colombiana. Pero claro, ellos son colombianos y aquí, europeos.

El 8 de noviembre de este año que va a concluir Donald Trump ganó las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Así lo decidieron los norteamericanos, los únicos interesados en esta elección. No era el candidato del establishment europeo, por lo que no gustó y los dirigentes del Viejo Continente manifestaron mensajes prudentes y cautelosos ante el resultado. Los norteamericanos se habían equivocado.

Europa siempre lleva razón

Los que saben cómo está su nación son los propios habitantes. Los demás son solo observadores desde la barrera que no saben cómo huelen los toros, la altura del animal, las moscas que vuelan sobre su cuerpo, la mirada del astado, la magnitud de su anatomía, el retumbar de sus pasos, la fuerza de sus movimientos y el peligro de la muerte. Es como si Europa fuera el espectador en la fila séptima de una corrida de toros. No entiende la situación del torero, pero espera que haga lo que cada aficionado desea, sin comprender cuál es el estado del animal ni la situación emocional del matador.

La Unión Europea, que se ha arrogado hablar por Europa --a pesar de que no todos los países del Viejo Continente pertenecen a esta asociación y que una de las principales naciones ha decidido abandonarla, sin que las nuevas adhesiones puedan contrarrestar el poder y la influencia de los británicos--, cree que siempre lleva razón. Pero abandona a sus súbditos a la primera de cambio. Se debe recordar que la «artera» cláusula suelo no ha de ser devuelta desde el principio por el posible daño a los bancos. El sufrimiento y extravío de los europeos que cayeron bajo la sevicia de esta artimaña económica por lo que se ve no importan a los burócratas de Bruselas, aunque los europeos son, según ellos, la razón de esta unión.

Hoy los griegos están aprendiendo algo que le falta a la Unión Europea, solidaridad real, entre los propios habitantes. Los británicos se fijan en ejemplos de países con un nivel social y económico superior a todos los estados de la Unión Europea, como puedan ser Suiza o Finlandia. Los colombianos saben que un proceso de paz exige la participación de todos los miembros de la sociedad, y no argumentar sólo con la palabra «paz» --como han hecho numerosos medios europeos, a los que se les han llenado las portadas de estas tres letras--. Intentan que todos contribuyan a una paz verdadera. Sin el romanticismo distante en el que piensan los europeos. Y los norteamericanos, la primera potencia económica del mundo, esperan que Trump gobierne para la mayoría sin los supuestos dislates propagandísticos y electorales prometidos por el magnate de la construcción --a pesar de los que no saben aceptar el resultado de las urnas--.

Posiblemente Europa se equivoque de vez en cuando

Por esto, tras numerosas centurias, hay que pensar qué es Europa. Qué Europa hay que construir. Y no «fabricar» una Europa en batín, con pantuflas y sobre un globo terráqueo de escayola, para no equivocarse. Europa es algo más. Algo que sobrepasa a los europeos que siempre llevan razón. Y los europeos deben saber respetar a los demás, sin juzgar con prepotencia.

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