Opinión | No me digas...

Muertos, mayas y comanches

Decía Hemingway por boca de no me acuerdo qué personaje de su novela sobre la guerra civil española ¿Por quién doblan las campanas? que la palabra muerte suena mejor en español que en cualquier otro idioma. En esto debemos ser mayas, porque a veces la etnografía tiene estas cosas curiosas de que el vencido fecunda al vencedor con sus cosmogonías y sus zarandajas del hecho diferencial. A lo mejor es eso, que cuando conquistamos Centroamérica se nos pegó la especial visión trágica de la muerte de aquellas tierras, aunque me barrunto que lo nuestro viene de mucho antes; a ver si es que vamos a ser primos de muerte de mayas e incas, que estos también tenían lo suyo con el más allá. Vivimos tiempos en que la muerte nos rodea, no es que en ocasiones veamos muertos, es que los muertos habitan entre nosotros y están por darnos la lata. Este es un país en el que se mira poco hacia adelante, hacia el futuro, hacia el progreso, se suele tener un especial apego por lo pasado, por lo muerto, una adoración atávica e idólatra por el cementerio como territorio tabú, como los Comanches, donde está mal visto hacer fotos frívolas entre tumbas por si sale la lápida del abuelo o de un pariente con el que ni nos hablábamos, porque es muy nuestro lo de poner lindes, de matarnos por un cambio de medio metro del mojón de la parcela. Un país que ha alumbrado insultos demoledores que ningún otro idioma tiene, como el de cagarse en los muertos, o, como dice Pérez-Reverte, en los muertos más frescos. Son estos, ahora, días de muertos de unos y de otros, anda la parroquia lanzando insultos a los muertos ajenos como quien lanza Scuds, que eran esos pepinos enormes que Sadam Hussein mandaba con una cadencia imprevisible y cabrona a diestro y siniestro cuando fabricaba armas de destrucción masiva en las Azores, o algo así, que ya se lía uno. Qué se le va a hacer, somos aficionados a fabricar muertos ajenos, y a desenterrarlos sólo por joder. La cena de la carne de cuerpo presente, como cantara Aute, está servida. Que se arrojen a la cara sus Ritas, sus Fideles, sus minutos de silencio para la bronca, pero que no cuenten con nosotros, que cada día somos más.

@ADiazVillasenor

* Profesor

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