Opinión | Colaboración

La razón del artículo 20 (CE)

En la práctica, demasiada gente no está satisfecha con lo que ve y oye, y, además, se siente amenazada, insegura y falta de esperanza. Ante esta realidad, que se puede percibir de modo preciso, hay personas dispuestas a denunciar, a través de la hospitalidad que le ofrecen el papel prensa, lo que está sucediendo; a plasmar en un papel sus opiniones para que, aportando unos puntos de vista basados en experiencias, conocimientos, intuiciones, sospechas fundadas y presentimientos, alerten de unas circunstancias que, según criterio del que escribe, pudieran ser nefastas para una mayoría que pretende huir de esas mismas coyunturas como de la peste más mortífera.

Cuando se declara el estado inconveniente o irregular del modo de desarrollarse un evento oficial de máxima relevancia, apartándose de la ortodoxia exigida por la buena intención y el respeto debido, y este efecto denunciatorio se ejerce bajo la libertad de expresión, consagrada en el artículo 20 de la Constitución Española, su enunciado no debería ignorarse ni por el que escribe el texto ni por el que lee lo escrito; ambos dos, han de saber que el lenguaje tiene palabras con semánticas léxicas tan «expresionistas» que se hacen «duras al oído», pero que no dañan el derecho al honor ni a la intimidad ni a la propia imagen; sin embargo, sí obligan a asumir que el ejercicio de libre expresión «no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa» (punto 2 del propio art.20 CE), aunque esa forma de escritura ---si se quiere, atrevida y audaz-- no esté de acuerdo con quien tiene la capacidad de su publicación.

Negar publicaciones, corregirlas, reprobarlas, efectuar exámenes anticipados para «ver» si el contenido afecta a la convicción «personal» ideológica, es una actitud injusta e irrazonable que retrata a quienes la practican, según convenga o no a unos intereses más opacos que transparentes. No existe mayor manipulación que la que realizan los mass media cuando silencian la opinión ciudadana: la que, desinteresadamente, y, a veces, con «más valor que El Guerra», llena espacios contando y opinando sobre lo que ven y perciben «sus» ojos y «su» raciocinio, que no tiene, ni mucho menos, por qué ser la misma «visión» que, ideológicamente, poseen esos mismos medios de comunicación que, pese a contradecirse, se autodefinen independientes, abiertos a todas las opiniones, y, por ende, garantes de la libertad y de la autonomía; respetuosos, en suma, con el artículo 20 de la CE, tan glorificado por unos como infernalmente condenado por otros. ¿Quiénes se sentirán dentro de la gloria y quiénes se creerán condenados? Una pregunta para una sincera respuesta.

Es patetismo lo que siente un escribidor cuando sus textos, continentes de sus honestas opiniones, son despreciados porque los medios creen que su publicación será un «quebradero de cabeza», sin pensar, siquiera, que están hiriendo una sensibilidad y destruyendo la autoestima del que les confía sus críticas, sus ideas y sus sentimientos con el loable fin de ayudar a transformar los ásperos aspectos de la existencia convivencial. Como estas situaciones, desgraciadamente, ocurren con frecuencia, aún respetando --faltaría más-- el derecho del medio a publicar o no lo que considere oportuno, lo más aconsejable para el «escribidor», «plumilla» o escribiente es hacer mutis por el foro, respetuosamente, sin acritudes que envenenen el espíritu y con la dignidad intacta, pese a que, consciente o inconscientemente, hayan querido arrebatársela. Y quién se pique... ¡Exacto, ajos habrá comido!

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* Gerente de empresa

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