Opinión | Historia en el tiempo
Pasan los días...
Afortunadamente Córdoba es aún una provincia muy ruralizada. Como ha siglos, el campo impone mentalidades, costumbres y muy diversas formas de vida. Más que en otras zonas de España, comportamientos y actitudes de la más variada gama dependen o se encuentran vinculadas estrechamente a los ritmos de una civilización batida en franca retirada, incluso en sus bastiones del Mediterráneo europeo.
Este año la otoñada ha advenido en el curso medio del Guadalquivir tarde y con escasa plenitud. Pese a ello, la esperanza despertada por las escasas lluvias sobrevenidas en las últimas semanas ha devuelto la ilusión a las gentes ocupadas con la recogida de la aceituna. Entre ellas se encuentra desde hace casi una década un joven matrimonio titulado universitario que, horro del ejercicio de su profesión por falta semi-absoluta de oportunidades, vive todo el año de los muy modestos ahorros que le permite su enrolamiento en una de las mejores cuadrillas de su localidad. A lo largo de un cuatrimestre, cuando las tornas vienen bien dadas, consagran su existencia a las varias modalidades del trabajo antedicho, con jornadas de puro stajanovismo.
Terminada su faena cuando el invierno ha atravesado holgadamente sus comedios, retornan a los estudios que imantaran su firme vocación en los días de la niñez y adolescencia. Con cuotidiana presencia en Correos para enviar a toda la rosa de los vientos peninsular e insular sus currículos en oferta y demanda de empleo, templan sus nervios con la ahincada lucha de conquista de lecciones y programas de las materias más afines a sus respectivas carreras. En el horizonte, claro está, el arduo éxito en una oposiciones de primaria o secundaria, que, a mayor inri, no todos los cursos se convocan y, cuando se realizan, es siempre indeficientemente con una cifra muy menguada de plazas, sujetas además de ordinario a mil tributos clientelares de alta burocracia, en los que la cara más sañuda de la política hace su aparición conturbadora...
Sin suerte favorable o por la concurrencia a concursos-oposición de competidores en gran número especialmente bien formados, el matrimonio referido, ejemplar en la aceptación bienhumorada de su adverso destino profesional, continúa hasta el presente firme en su esfuerzo admirable por labrarse un porvenir no demasiado alejado de sus sueños y metas de juventud. Por ellos --vigilias frecuentes, destierro completo de vacaciones y festividades, rígido apartamiento de los incontables señuelos de una cultura mediática y hedonística de un capitalismo sin contrapesos-- no habrá de quedar, desde luego. Sus despertadores seguirán levantándolos con la luz del alba, y las sillas de su mínimo despacho continuarán desvencijándose mes a mes a causa de su uso total, absorbente.
Y mientras tanto, por supuesto, pasarán los días y los Padres de la Patria y demás custodios y responsables de la gobernación del país proseguirán ternes en sus campañas por el uso y usufructo del poder, con olvido pertinaz de las necesidades perentorias de unos sectores juveniles huérfanos, en verdad desnuda y lancinante, de esperanzas discretamente fundadas en una mejora y una dignidad que, sin al menos un humilde pero seguro salario, no cabe hallar.
* Catedrático
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