Marcos Ana

Un hombre --no un hombre: un muchacho-- entra en la cárcel con 19 años y sale con 42. Entre 1939 y 1961 cumple 23 años de condena, la más larga del franquismo para un preso político. Es acusado de tres asesinatos en Alcalá de Henares, durante la guerra, por los que ya han sido fusilados otros detenidos. Cuando sale de la cárcel, el mundo ha cambiado y él también: porque, entre esas paredes, ha conocido a Buero Vallejo, ha fundado un periódico clandestino, Juventud, y se ha convertido en escritor. Así, Fernando Macarro Castillo, para poder publicar sus poemas desde el presidio, se inventa otro nombre, tomando los de sus padres (Marcos Macarro y Ana Castillo) y convirtiéndose en Marcos Ana. El autor de Poemas desde la cárcel, Las soledades del muro o Decidme cómo es un árbol los envía fuera de la prisión gracias a un guardia cómplice y a varios compañeros liberados, que memorizan sus poemas y luego, en la calle, los redactan y se los envían a Rafael Alberti, en el exilio. Decidme cómo es un árbol, sí: tras 23 años, la vida ha pasado por delante de su retina angostada. Al ser liberado, no puede soportar los espacios abiertos, porque se marea hasta el vómito. La noche en que sale, un amigo lo lleva a un cabaré y le da 500 pesetas a una de las chicas: «Para que pases la noche con mi amigo». Nunca ha tocado a una mujer, y tampoco lo hace esa noche: «Se llamaba Isabel y era morena, de ojos grandes, hermosísima». Pasan horas hablando. Al volver, descubre que las 500 pesetas han acabado en su bolsillo. Al día siguiente va a una floristería y le envía un ramo de 500 pesetas, con una tarjeta: «Para Isabel, mi primer amor». Ahora acaba de morir, a los 96 años. En Córdoba, Utopía libros le editó un hermoso libro-homenaje: El árbol talado que retoña. Representa una España que merece la pena: «Lo más importante era ser más fuerte que el odio de mis enemigos, y eso lo he conseguido». Su poesía es una luz de resistencia, de humanidad talada para el canto.

* Escritor