Opinión | Tormenta de verano

Respeto

Hoy, jornada internacional contra la violencia de género, ponemos sobre la mesa de la actualidad y sobre nuestras conciencias, la memoria de las 858 víctimas mortales asesinadas por este terrorismo doméstico en los últimos 13 años en nuestro país, 60 de ellas tan solo en el año pasado.

Trabajadoras, madres, hermanas, hijas, mujeres, personas. Una auténtica lacra, como lo demuestra que cada día se formulen 348 denuncias por violencia de género dentro de nuestras fronteras. Una situación de violencia machista que afecta a todas las comunidades autónomas, a todas las capas sociales, a todas las ideologías. Violencia con la que no ha terminado la legislación vigente ni todos los dispositivos preventivos y paliativos existentes con los que nos hemos ido dotando, lo que nos lleva a un escenario de reflexión sobre cuál es el modelo de convivencia que estamos construyendo.

La violencia de género es un apellido a la violencia global y generalizada de la sociedad, como recurso perverso de imposición de criterios, de ejercicio de la superioridad.

Si hay insultos y violencia deportiva de hinchas fanáticos cada domingo, si hay agresividad en los trabajos o al volante en cualquier calle de nuestra ciudad, si perdemos la compostura en cualquier ocasión por baladí que sea, si no aprendemos a controlar nuestros instintos y a saber gestionar nuestras emociones, la violencia de género se constituye en una muestra grave y extrema de esta realidad.

Se han dado grandes pasos adelante en la sensibilización y en la protección contra la violencia de género, pero la gran reivindicación pendiente es la del respeto a las personas, de toda condición, ideología, religión, orientación sexual, raza o nacionalidad. No acabaremos con la violencia de género si permitimos otras violencias y otras discriminaciones. Más de 4.000 personas mueren cada año al tratar de cruzar el Mediterráneo para poder optar a un futuro mejor. No podremos avanzar en el respeto de la vida si defendemos unas y olvidamos otras, porque la base es la dignidad de todas ellas. Esta es una lucha global y de todos. No podemos avanzar en la lucha por la igualdad y la dignidad de la mujer si la cosificamos permanentemente, en cualquier programa de televisión, en cualquier tertulia de café.

Reivindiquemos el respeto a uno mismo y a los demás, a sus diferencias, a su dignidad, a su vida, a sus derechos y libertades. Condenemos cualquier forma de intransigencia, de agresividad, de violencia, que está en la base de esta espiral trágica de llanto y muerte.

* Abogado

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