Treinta y nueve mujeres han perdido la vida en España en lo que va de año a causa de la violencia de género. Es decir, 39 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o exparejas a lo largo de este 2016. Todo un drama, y a su vez el reflejo de una sociedad a la que todavía le quedan muchos muros y arquetipos que derribar hasta alcanzar esa anhelada «Igualdad de Género». Quería iniciar este artículo haciendo mención a ellas, a sus hijos y seres queridos.

Por eso hay muchos motivos para la desesperanza en este ámbito. Basta echar un vistazo a los indicadores de estudios como el de Andalucía Detecta (IAM) entre adolescentes, que muestra las concepciones erróneas que tienen nuestros jóvenes como considerar compatibles la violencia y el amor; o atribuirle a los celos una idea romántica. Datos que sobrecogen, porque ellos serán las mujeres y hombres del mañana, la sociedad futura que tomará el relevo en la lucha para erradicar este tipo de violencia. Por eso son tan necesarias campañas de prevención para mostrar qué modelos de masculinidad, de amor y de sociedad pueden derivar hacia la violencia machista.

Pero éste no es ni mucho menos un problema de nuestro país. La violencia de género azota y acecha en muchos otros rincones del primer y el tercer mundo. La preocupación se expande cuando sucede que en EEUU se erige presidente un hombre como Donald Trump, alguien que cosifica a las mujeres. Interpretar como «bromas propias de un ambiente distendido» comentarios machistas, sexistas y que denuestan profundamente a la mujer me indigna, y es a su vez muy sintomático de todo el trayecto que nos queda aún por recorrer. Otros ejemplos los tenemos en el caso de Pamplona o el que hace unas semanas vivían dos chicas cuando paseaban por la noche con sus parejas en Córdoba y fueron increpadas y acosadas sexualmente por cuatro individuos por el simple hecho de ser mujeres.

Pero no quiero quedarme solo con lo negativo. Sé que existen motivos para creer. La tarea es ingente, pero también lo son nuestras fuerzas.

Hay que seguir trabajado para desterrar ideas que se han comprobado erróneas, como ligar a la clase social o al nivel de formación la existencia de este tipo de violencia, que trasciende de largo esa frontera. Hay que desaprender tantos arquetipos --proteccionistas, patriarcales, emocionales...-- para volver a aprender desde la equidad. Existen vacíos que favorecen este tipo de desigualdades. No nos enseñan a gestionar las emociones, a exteriorizar y comprender lo que sentimos. A menudo no toleramos la frustración, y cuando asoma la ira, ésta es apenas la punta de un iceberg de carencias y necesidades no cubiertas.

Y no es posible atajar esto desde las medidas paliativas, necesitamos ir a la raíz del problema. Una raíz que se asienta en la propia crianza, en la educación, de la que todos somos corresponsables. La distancia que nos separa de la meta seguirá existiendo mientras sigamos regalando barbies y camiones, eligiendo en clave de rosa y azul. En nuestra mano está dar los pasos necesarios en la dirección correcta. Porque no nos olvidemos, el cambio, el giro real y definitivo pasa por compartir con los hombres esta lucha --que es de todos--, por liberarlos también a ellos de los corsés retrógrados y paternalistas que les han sido atribuidos. El cambio a una sociedad realmente igualitaria o es con ellos, o no será.

Y a pesar de todo esto yo tengo esperanza porque sé lo mucho que se está trabajando en este ámbito. Me consta la infatigable labor que se está realizando en esta materia por asociaciones, profesionales del IAM, hospitales y centros de salud, en los juzgados, etc. Conocer toda esa labor me devuelve la fe que me arrebata la foto fija de los datos.

Me enorgullece decir que Andalucía lidera la lucha en pro de los derechos hacia las personas más vulnerables, el marco normativo que se está impulsando es un gran ejemplo de ello. Ésta es para la Junta de Andalucía una prioridad política y social. Y termino aplaudiendo el consenso unánime de articular un Pacto de Estado (tan necesario) en materia de lucha contra la violencia de género. Entendernos y unirnos, alejados de intereses partidistas, para construir un presente y un futuro más igualitarios, libres de violencia machista, es un gran paso en la dirección adecuada.

* Delegada territorial de Igualdad, Salud y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía en Córdoba