Opinión | La rueda

Andalucía

Si ya fue Esperanza Aguirre la que se mofó con aquello de «pitas, pitas» por lo del dinero para los contribuyentes y luego llegó la Sra. Mato tachando a nuestros niños de analfabetos y hasta de estar tirados en el suelo como colillas, ahora va y lo arregla la señora Cifuentes y se despacha con que son los madrileños quienes nos pagan la sanidad y la educación. No hablaré hoy de la falacia de semejante afirmación, que desconoce que nuestro sistema tributario es progresivo y que por ello quien más tiene, más paga (los ciudadanos, no las comunidades), por lo que teniendo Madrid los contribuyentes más acaudalados es lógico que paguen más. De ahí a que regalen a Andalucía el presupuesto de educación y el de sanidad (más de 16.000 millones para 2017) va un abismo no, lo siguiente.

Pero hoy no quiero darle más protagonismo a estas señoras, sino a mi tierra, Andalucía, esta tierra en la que hay tantas playas que por tener tenemos mar y océano; tanta luz y sol que si quisiéramos los enlataríamos para mandarlos al extranjero; más arte que en ningún otro rincón de la tierra; campos de olivos, el más puro oro líquido que mana de ellos, campos de naranjas y frutales, de encinas y alcornoques y hasta de golf más que ninguna otra; la única que tiene la extraña pareja de sol y nieve a tres mil metros de altura; tanto talento que nuestra música y nuestro baile se admiran en cualquier rincón de la Tierra, allende los mares, donde ni existen el chotis o la sardana; donde la alegría, el color y el olor a incienso y azahar te embriagan en primavera; los toros de casta, las plazas llenas y los más elegantes caballos de pura raza, que hasta danzan y te saludan; el mejor vino y la mejor gastronomía, el pescaito, el salmorejo, el jamón de pata negra, las gambas de Huelva, las de garrucha y los chuletones; el cerdo ibérico por el que suspiran fuera hasta por sus andares; los mejores poetas, musicos y escritores, tanta historia y arquitectura que abarcarlas nadie podría; y nosotros, los andaluces, hombres y mujeres de raza, con alma mezcla de un crisol de culturas que en cada rincón de Madrid, Cataluña y las vascongadas han hecho con su trabajo --tantas veces a destajo y mal pagado-- que estas tierras sean hoy lo que sin su esfuerzo no serían.

¡Dios, que «saborías» las que así no lo vean!

* Abogada

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