La violencia de género, por desgracia, es un mal que ensangrienta nuestro día a día, como recuerda esa terrible cifra de 39 mujeres asesinadas en España a manos de sus parejas o ex en lo que va de año. Un continuo goteo de perversión que a todos nos compete puesto que, como ha recordado Ana Díaz, coordinadora provincial del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) todos somos un eslabón de la cadena humana que debiera proteger a las víctimas para hacer frente al maltratador. Todos, incluido el agresor, al que con un poco de suerte la educación y la presión social (que nadie calle, por favor, pensando que es un asunto privado, como editorializaba este periódico recientemente) pueden hacer que se lo piense dos veces antes de empuñar la mano criminal contra quien un día pareció que amaba.

Y es que, demostrado está hasta la saciedad, lo de que hay amores que matan es mucho más que un dicho popular o una metáfora de copla. Matan certeramente con el puñal o con cualquier otra arma que se tenga a mano y matan con la palabra y el mal gesto, con el desprecio o el ninguneo. Lo hacen en cualquier tipo de circunstancia vital, esfera social o edad, cada vez más temprano. Por esto, en las campañas que desde las instituciones se han puesto en marcha en torno al Día Internacional contra la Violencia de Género, que se conmemora mañana, 25 de noviembre, se insiste en llegar a los jóvenes. No solo porque al árbol se lo endereza a poco de brotar, sino porque las estadísticas que circulan apuntan a una tremenda realidad, y es que aumenta el número de menores atendidas. Así se ha venido demostrando en Andalucía desde que la Junta puso en marcha el Programa de Atención Psicológica para Menores Víctimas de Violencia de Género, que este año ha llegado en Córdoba a 18 chicas, habiéndose dictado a 30 de octubre 14 órdenes de protección a afectadas que aún no han cumplido la mayoría de edad.

Y lo peor es que esta nueva generación de mujeres, lejos de aprender de sus mayores, tropiezan en la mismísima piedra de siempre, el enamoramiento incondicional. Según ha dado a conocer la delegada de Igualdad de la Diputación Provincial, Ana Guijarro, el 81% de las jóvenes cree a ciegas que «el verdadero amor lo perdona todo» y que si les ha salido un novio celoso y controlador más que un problema -que puede estallarles en las manos cuando menos se lo esperan- debería ser motivo de orgullo, porque, según esta forma arrebata de verlo, si las parejas se muestran celosa es por lo mucho que las quieren.

Ante semejante panorama, bienvenida sea esa reforma de la Ley de Violencia de Género aprobada el martes por el Consejo de Gobierno andaluz para adecuarla a la normativa europea y a la deriva que toma el barco, antes de que se vaya a pique. Y bienvenidas sean también todas las campañas de sensibilización, porque es responsabilidad de todos atajar la maldad. Y de los enamorados, no amar ciegamente hasta las últimas consecuencias. Porque, como decía el eslogan de aquella famosa película de los setenta llamada Love story,» «amar significa no tener que decir lo siento».