Que levante la mano quien quiera que el PSOE se abstenga para investir a Mariano Rajoy. Si esta fuese la pregunta (y la respuesta) que el comité federal del sábado se atreviese a plantear, todos saldríamos de dudas. Así sabríamos si la mayoría de sus integrantes opina que por el bien de España es mejor que el PP siga al frente del gobierno. Si por el contrario son más los que consideran que la gestión y la sombra de la corrupción hacen imposible apoyar al líder del PP la conclusión es que los socialistas deben mantenerse en el «no es no». Además, como la consecuencia de esta decisión no es menor porque conlleva que los españoles tengan que votar por tercera vez, la actual dirección debería explicar con todo detalle qué ha hecho hasta ahora y qué piensa hacer para intentar evitar unos nuevos comicios. Así, el electorado, sea o no socialista, sabrá dónde está cada uno y tal vez entienda qué es lo que propone la cúpula del PSOE para salir de la encrucijada en la que han situado a su partido y, por extensión, al país.

Puestos a sacarse las máscaras, en este baile tan aristocrático de barones y cortesanos, también estaría bien que todos los dirigentes que insisten en que es necesario que los socialistas reflexionen, aclarasen qué entienden ellos por reflexionar. ¿Es sinónimo de abstenerse para que siga Rajoy, tal y como intepreta Pedro Sánchez? Porque, si no es así, ¿significa que piden levantar el veto a negociar con los partidos independentistas para facilitar un gobierno alternativo al del PP? No parece que haya muchas más alternativas. Y si la hay, que las expliquen.

Sánchez, tal vez suspirando por convertirse en un Jeremy Corbyn, fía su futuro a las bases del partido, a esos militantes que dejan sus mensajes grabados en programas de radio reclamando que no claudique y aguante la presión. Incondicionales como los que el sábado regresaron a la pineda de Gavà y que, sin desgañitarse tanto como Iceta, le insistieron en que no se mueva del no es no. Nadie sabe si representan a la mayoría de los votantes socialistas pero el aún líder socialista ha decidido que son su tabla de salvación. Cierto es que no tiene otra. Antes, deberá superar el aquelarre del comité federal y es de suponer que si se atreve a plantear un congreso exprés para blindarse es porque habrá medido sus fuerzas y tiene segura la victoria. De no ser así, tendrán razón quienes consideran que su huida hacia delante es tan desesperada como desesperante.