El debate permanente es el único antídoto contra la manipulación de la información. Por ello, es buena noticia que Córdoba sea durante estos días la capital mundial del debate universitario, con 500 estudiantes de más de una veintena de países repartidos en 150 equipos.

No resulta una iniciativa nueva, sino que desde los debates de Harvard y Yale en Norteamérica a finales del siglo XIX, millones de estudiantes vienen participando en estos debates académicos, de los que fueron célebres exponentes los presidentes estadounidenses Wilson, Kennedy, Johnson, Nixon, Carter o Clinton.

Los beneficios de debatir con rigor y seriedad son numerosos. Desde ofrecer la posibilidad a los estudiantes de expresar sus ideas y opiniones libremente, utilizando su capacidad de retorica y argumentación; la mejora del aprendizaje, puesto que la preparación para cada debate requiere investigación y conocimiento general. La construcción de argumentos y refutaciones durante el debate desarrolla la agilidad de la mente y optimiza las habilidades lógicas. Otro beneficio es el desarrollo de la personalidad, ya que los estudiantes de debate son seguros de sí mismos, desinhibidos y maduros, aportándoles confianza la interacción constante con otros alumnos, con jueces calificados y con una audiencia expectante y exigente. Además de la habilidad de recoger y organizar ideas, de subordinar ideas accesorias a los argumentos principales y destacables, la habilidad de evaluar las evidencias más importantes como distintivo de un orador inteligente. No todas las frases, estadísticas o ideas de un debate merecen ser refutadas. La capacidad de pensar y hablar de forma resumida y con claridad sin confundir al otro, de ser convincente, y de saber extraer las conexiones lógicas y las semejanzas entre cosas diferentes.

Estas habilidades serán de gran valor no solo durante los años en el colegio o la universidad, sino también en otras muchas situaciones de la vida, porque cada situación legítima implica un legítimo debate. No en vano, los debates están de moda, a todas horas y lugares, pero desde luego no todos tienen el mismo nivel ni altura.

Escribía Tucídides que no es el debate el que impide la acción, sino el hecho de no ser instruido por el debate antes de que llegue la hora de la acción. Por eso, mejor que esos debates enrocados, sin argumentos, sin escuchar lo que dice el otro, para que la sociedad avance, necesitamos como parte fundamental de la educación, generar la habilidad de personas que sepan escuchar y debatir, puesto que una persona que no se expresa de forma correcta es un ciudadano mudo, cuyas ideas se pierden entre la multitud. Ojalá que se extienda entre nosotros esta formación práctica que tiene un gran valor para las personas y la sociedad, de información y de opinión, en que vivimos. Donde hay debate hay ideas y diálogo, y con ellos, esperanza.

* Abogado