Parece que se ha olvidado algo fundamental: la situación actual de España.

Fue en 1978 cuando nos dimos una Constitución, unas reglas, que nos permitieran vivir en paz y prosperidad. Y, aunque con avances y retrocesos, hasta ahora lo hemos conseguido.

Parece que no se tienen en cuenta muchas cosas, precisamente, porque se tienen. A veces entrar en un supermercado y ver la cantidad de cosas que hay para consumir parece lo más natural del mundo pero no ha sido siempre así. Y no hablo de gastar por gastar. Hablo de artículos básicos para vivir una vida digna.

En 1964, cuando empecé a ejercer mi profesión de maestro de Primera Enseñanza, mi sueldo era de tres mil pesetas, es decir 18,03 € al mes. Y no es que diera para mucho, es que tampoco había donde emplear ese dinero.

Consecuencia: ni había fondos, ni donde gastarlos.

¿Supermercados? ¿Dónde? Sería en grandes ciudades porque en el mundo rural como no fuera pequeñas tiendas de pueblo, mal abastecidas por cierto, no existían. Por eso cuando hoy entro en un supermercado y veo la cantidad de productos a nuestra disposición me satisface que eso sea así.

¿Y a qué viene esto? Algo parecido está ocurriendo con nuestros políticos. Tienen tantas instituciones, tantos gobiernos, autonomías, cargos, carguillos... tantos puestos que ocupar, tantos lugares donde medrar, que parece como si entraran en un supermercado donde en lugar de productos de consumo encontraran sillas, sillones, sofás, mesas... habitaciones de todos los estilos.

Y es tanta la abundancia que ni siquiera se ponen de acuerdo para repartirse el botín.

Estamos en una situación nueva, inédita, políticamente hablando.

Lo único que les pedimos es que sean capaces de resolver estas situaciones nuevas, y nos traigan esa seguridad, de todo tipo, que nos permita seguir con esas reglas, que en su día nos otorgamos.

* Escritor