Cuando el pleistoceno

La cuestión de fondo es que no tenemos ya repajolera idea de nada, que juegan al despiste con nosotros. Antiguamente, por el pleistoceno, la cosa era más clara: ¿Que hacía frío?, macho, esto es una glaciación, así, un cambio climático sin posibilidad de apelación, una cosa de glaciares y tal, si hace frío es que es una glaciación y punto, sota, caballo y rey. Que viene un ser lanudo, enorme y con colmillos como un corniveleto de Miura con dos defensas desiguales como el obelisco de Luxor que hay en París y el de Buenos Aires juntos, pues era un mamut. Las cosas claras y la placenta de un megaterio, espesa. Eso era en el pleistoceno, pero ahora hay ambigüedad y ya no tenemos idea de nada, nos juegan al despiste. Ahora el cambio climático ya veremos, y la capa de ozono se iba al guano hasta que dejó de irse. Pasamos del frío al calor igual que cuando los bisabuelos, que no tenían coche ni emitían nada raro. Ahora ves algo lanudo que se te viene encima profiriendo berridos con altibajos y lo mismo puede ser Pablo Iglesias que Joan Tardá; y hasta los corniveletos, bragados y demás, dicen que pudieran extinguirse si no los matan, o sea, una contradicción que tiene su miga. Encima, en la wiki te dan una descripción morfológica de esos toros que te rilas: «dimorfismo sexual, elipométrica, mesomorfa y celoide, gran desarrollo muscular y excepcional actitud dinamógena; variada en aspectos accesorios», y en llegando al volumen, te pone «dimensiones: grande; tamaño: variable», o sea, para que te enteres. Y por eso, cuando las cosas estaban claras, el hombre pleistocénico veía venírsele un bicho enorme y salía a correr porque sabía que era un reptil o un mamífero cabronazo, hasta que los griegos le llamaron megaterio, que significa «gran bestia», así sería la criatura. Pero hoy, hoy no sabemos ni quién vota a quién en secreto jugando al yo no he sido, ni si el tío que se toma un café al lado tranquilo hasta que se explota los huevos a sí mismo y a la parroquia está loco porque juega mucho a la play o es un mártir (así los llaman) que no se cruje sino que se inmola. Ni si ha sido golpe o no. Hombre, volvamos al pleistoceno un rato.