A muchos de ustedes también les escribe su teléfono móvil. Sí, no intenten negarlo. El Android dice: «Tiene pendientes de actualización 5.000 aplicaciones». O tres, o las que sean. Usted no quiere actualizarlas, no sabe qué son ni para qué sirven la mitad de esas App, ni piensa utilizarlas nunca, pero ahí están, persistentes, introduciéndose en esa bomba tecnológica que llevamos al descuido y sin saber ni la mitad de lo que nos traiciona. Como tiene poco tiempo, lo va dejando, pero un día, en la piscina, decide acabar con la tiranía de las App y mientras toma el sol se dispone a deshacerse de unas cuantas. Pero ¡ay!, que cuando va a darle a «eliminar» le advierte el aparato que es muy peligroso, pues puede perder funciones importantes ligadas a nosequé. En un momento de suprema indignación borra dos o tres, para descubrir al día siguiente, por ejemplo, que no puede abrir los mensajes adjuntos del correo electrónico y que tiene que bajarse otra aplicación para cumplir esa tarea. Humillante. Pasan los meses y su teléfono le envía un nuevo aviso: «Transferir datos a la tarjeta SD. El almacén interno está al 75%». Al principio, usted tampoco le hace caso, pero al comprobar lo lento que va el dispositivo compra una tarjeta de memoria y le da al botón de transferir. A ver, qué se le va a hacer. Desde entonces, cada semana o así, personas que no consintieron en comprarse para sí y menos para sus hijos un tamagochi (aquellas maquinitas electrónicas con una mascota virtual, normalmente un cachorro al que había que alimentar y cambiar el pañal) por la cretinez intrínseca del juego, se encuentran alimentando la tarjeta de memoria de su dispositivo móvil con todas esas App y actualizaciones que van entrando y haciéndose sitio en el smartphone porque yo lo valgo.

Puede que a algunos no les pase porque recurran a un profesional, o porque sepan del asunto lo suficiente, o porque dediquen tanto tiempo a limpiar, fijar y dar esplendor a su móvil que este asunto lo tienen superado. Pero todo indica que dentro del club de los alimentadores de App hay muchos asociados, que pagan así el peaje de ese internet presuntamente gratuito en el que, después de contratar la línea y los datos, nadie quiere abonar ni un euro por nada. Pues así se lo cobran, haciéndonos la radiografía y poniéndonos los nervios a caldo. Y luego no queda sitio para el Pokemon GO. H