The New Yorker ha revelado que las canciones de Christina Aguilera fueron utilizadas por la CIA para torturar a presos sospechosos de terrorismo. Los detenidos eran obligados a permanecer despiertos y a oír una y otra vez la voz de la estrella del pop. La noticia invita a la broma, pero la revelación no tiene maldita gracia. Menos aún para Aguilera. No debe ser agradable asumir que tus obras han sido utilizadas como un instrumento de tortura. Saber que, a la ignominiosa lista de humillaciones, amenazas y abusos, han añadido tu trabajo. Descubrir que, para algunas personas (no necesariamente culpables), tu música quedará asociada de por vida con el odio, el dolor y la impotencia. Además, es indudable que la acción entraña un evidente riesgo. De algún modo, han colocado a la artista en la diana de la venganza. ¿Recurrirá la cantante contra la Agencia Central de Inteligencia por utilizar su música sin su permiso? En el 2009, la oenegé inglesa Reprieve lanzó la campaña Zero dB (cero decibelios) para exigir el fin de la tortura acústica. Numerosos músicos se unieron a ella. REM y Massive Attack fueron algunos de los firmantes. Algunos guardaron minutos de silencio en sus conciertos como medida de protesta. Parece que la batalla no inquietó demasiado a la CIA. Por desgracia, los derechos de autor no han sido ni los únicos ni los más fundamentales que se han quebrado en los centros de tortura.

* Periodista y escritora