Resurgen con fuerza desde la localidad mellariense las palabras del veterano actor Emilio Gutiérrez Caba cuando proclama y reivindica el valor de la cultura, mucho más allá del marco propio del festival de teatro clásico local, quizás porque no encontramos los antídotos válidos contra el odio y la violencia de todos los colores que se encuentran enquistados entre nosotros, que nos asaltan en lo cotidiano en todos los paralelos de nuestra geografía, ya sea de género, racial o religiosa.

La experiencia y sabiduría del septuagenario actor señala a la cultura para alejarse de la barbarie, para conseguir una sociedad «más justa, más honrada y más libre el día de mañana». No habrá desarrollo sin educación ni progreso sin cultura. Hemos hipotecado la cultura a la cuenta de resultados, a las potencias emergentes, al lenguaje del vencedor, a la inmediatez fugaz, al envoltorio más atractivo, al espectáculo y al barniz más brillante. Sin embargo la cultura con mayúscula, esa que desvanece el fundamentalismo endocéntrico y separatista, que no es intolerante ni llena de vetos, no se gesta desde el frentismo o el revanchismo, desde el oscurantismo, el dogma o la imposición, sino desde el conocimiento en profundidad, desde la capacidad de escucha, desde el enriquecimiento mutuo y el cuestionamiento de lo conocido.

La cultura no es el folklore ni la gastronomía típica, ni lo que consumimos por televisión, sino como indicó el antropólogo Ralph Linton, la suma de conocimientos y modelos de comportamiento que tienen en común y que transmiten los miembros de una sociedad particular. La cultura es la suma de todas las formas de arte, de amor y de pensamiento, que, en el curso de siglos, han permitido al hombre ser menos esclavizado, indicó el escritor André Malraux. La cultura global, en un mundo global como el nuestro, es la mejor vacuna no solo contra la ignorancia, sino contra el miedo y las cadenas que nos aprisionan. Apenas nos damos cuenta que un pensamiento encorsetado, teledirigido, limita y enmascara esa libertad de la que tantos presumen. Solo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe, señalaba Miguel de Unamuno. Solo la cultura da libertad: no proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamiento. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura.

Sólo el hombre culto es libre, escribió el filósofo Epicteto hace veintidós siglos. Pero para ello, es preciso que entendamos que la cultura es un proceso abierto y nuestro, fruto de siglos acumulados de saberes y sentires, que no podemos subarrendar a terceros. La cultura nos pertenece a todos y nos señala el único camino de una convivencia posible.

* Abogado