He tenido siempre gran curiosidad histórica por conocer cómo se gestó el fascismo en Europa y cómo algunos países extendieron la negación de la libertad y la dignidad de las personas, llegando al culmen de la máxima inhumanidad y crueldad del depravado nazismo. Hace muchos años me acompaña la pregunta de cómo se produjo entonces ese nivel de grave insensibilidad colectiva. Encontré algo de luz en algunos libros de testimonios, de modo singular en el muy recomendable Historia de un alemán, pero, aun así, sigo preguntándome por qué se llegó a tal situación. Haber profundizado en la historia de aquel tiempo hace que esta venga a mi memoria, preocupado ante la similitud con la situación actual, más de 80 años después.

Pero, incluso, aún peor es la realidad ahora. Entonces, la gran debilitación del ideal democrático fue solo en algún país del antes imperio austrohúngaro y otros latinos como Italia y España, aquí tras un golpe de Estado y una guerra. Y en el caso más significativo su raíz era de agravios históricos tras la anterior gran guerra cuya pacificación impuesta fue larva de un sentimiento de humillación global como caldo de cultivo para esa locura colectiva.

Ahora este factor histórico no existe pero el ambiente de retroceso democrático es tan evidente como hasta más grave y generalizado.

Un elemento que está presente, y cada vez más desde hace años entre nosotros, es una muy creciente xenofobia. Además se manifiesta con progresiva violencia. No son solo sentimientos nacionalistas sino, sobre todo, de odio e intolerancia. Esto sucede en un sistema supranacional como la UE donde la libertad de tránsito es una regla. La furia no es solo frente al extranjero no comunitario sino también respecto a nacionales con los que compartimos una unión institucional aunque esté en total crisis.

Pero la violencia creciente tiene por objeto, también cada vez más frecuentemente, otros grupos sociales: personas mayores, homosexuales..., son víctimas crecientes de una agresividad pandillera que se ceba en lo diferente o en lo más frágil.Es muy triste ver las respuestas tan erróneas de los estados. Particularmente con el asunto de la reacia aplicación de asilo y protección. La existencia de regímenes carcelarios institucionalizados para extranjeros irregulares es otra prueba más de la gravedad de las respuestas estatales. A ello debe sumarse la muy lamentable actitud de la UE ante los más de cuatro millones de refugiados que huyen de la guerra de Siria. Más allá de la flagrante vulneración por la UE de normas de derecho internacional y humanitario, el cúmulo de decisiones crean terror. Además, me asombro con la escasa reacción ciudadana ante esto. El nivel de inhumanidad, crueldad y antijuridicidad respecto a estos desterrados me retrotrae el nazismo. No puedo evitar considerarlo como una manifestación de genocidio, según la doctrina del Estatuto de Roma.

Pero también me espanta que el nivel crítico en algunos países sea casi inexistente ante las graves vulneraciones de aspectos capitales en democracia, como ética pública o falta de ejercicio de la libertad de prensa. España es ejemplo. También sobre el control político sobre otras personas con policía paralela al Estado para fines políticos. Me evoca la Gestapo nazi. Y me da miedo.

Con el brexit de Reino Unido se ha manifestado que lo ancestral, sustentado sobre mentiras, ha hecho surgir episodios de carácter violento contra extranjeros. Incluso allí europeos evitan en el bus hablar en su lengua originaria. Asimismo, se ha vivido hace poco la Eurocopa de fútbol más plagada de incidentes y enfrentamientos en la historia.

Siempre han existido derechas e izquierdas. Pero el nivel de derechización es muy alarmante no solo en los partidos ultras sino en los que antaño eran moderados y se han radicalizado enormemente. A ello hay que añadir aquellos teóricamente progresistas (como ahora Francia) pero que están provocando o, en otros sitios, asistiendo callados ante una regresión de derechos sociales o de libertades con la excusa falsa de más seguridad. Por no hablar de lo que supone el TIPP que, entre otras maldades, supondrá un control de la intimidad absolutamente inaceptable. Ello también me da miedo.

Si el retroceso de derechos y libertades es generalizado, hay varios países excomunistas (Polonia, Eslovaquia, Hungría...) ahora integrados en UE donde el fascismo tanto político como social de la actuación de sus gobiernos les inhabilitaría para estar en un club antaño de países democráticos.

Todo ello, tan generalizado y extendido, me crea hace ya tiempo un profundo temor del escenario futuro, unido a la insensibilidad e indiferencia con que la ciudadanía admite esto.

* Abogado del Estado