Cuando el 4 de junio de 1941 Winston Churchill aseguró que no se rendirían nunca, muchos se rieron en España de lo que consideraban la bravata de un borracho. El ejército de Hitler parecía invencible tras ocupar media Europa y derrotar a los británicos en Dunkerque. Afortunadamente para todos y contra todo pronóstico, los hechos le dieron la razón y finalmente los nazis fueron vencidos.

El universo mediático en el que vivimos acaba haciéndonos creer que lo que vaticinan unas encuestas realizadas a unos cuantos miles de personas un mes antes de que los votos se depositen en la urnas es lo que sucederá y no simplemente una predicción falible como todas las predicciones. Es como si creyéramos que la predicción del tiempo con un mes de antelación será finalmente el tiempo que tendremos. Es verdad que cuando los medios en vez de titular «la encuesta predice una victoria del PP» lo que escriben es que «el PP será la primera fuerza política» o cuando dicen «Unidos Podemos ganará al PSOE» están manipulando la realidad e induciendo en los electores un comportamiento favorable a identificarse con una predicción que por mor de científica parece incuestionable y nadie en este mundo quiere ser rarito.

La mediatización de la política que tan útil está siendo para acorralar a los corruptos y para facilitar el crecimiento de lo nuevo lo es también, por desgracia, para banalizarla y someterla a los criterios del negocio del espectáculo, donde la razón y la inteligencia suelen ser despreciadas para favorecer la brillantez, la desfachatez y hasta la mala educación de los participantes. Periodistas reputados al analizar un debate no se preguntan si los argumentos de los contendientes han justificado sus propuestas sino quién ha ganado, como si fuera un combate de boxeo. El triunfo de lo banal puede llevarnos, según esa tendencia, a elegir al más agresivo y brillante para dirigir los destinos del país.

Si para colmo hay dos nuevas opciones políticas que han entrado con fuerza y además una de ellas es experta en las artes publicitarias la cosa se complica mucho porque cómo resistirse a una campaña tan bonita y ocurrente que vende un producto que se va cambiando para adaptarse al gusto mayoritario de un público que no acierta a ver, en medio de tanto barullo, que el producto no es el que quiere, ni necesita, sino el que han diseñado para que lo compren.

Razones hay para preocuparse cuando el destino de un país está sometido a la mercadotecnia y al arte de la seducción en vez de al conocimiento libre de las propuestas y al convencimiento racional de cúal sea la mejor opción para cada uno de nosotros, pero la política no es una ciencia exacta y en un sistema democrático las elecciones son el método para seleccionar a los gobernantes de la menos mala de las formas posibles. La cosa es complicada porque no se trata de elegir a un líder que nos fascine con su carisma y luego nos conduzca felizmente por el camino que él ilumina sino que cada uno de nosotros elegimos diputados de la opción política que preferimos con el encargo de que apoyen a un gobierno que defienda nuestros intereses y como hay varias opciones, y ellas solas no se bastan para gobernar, necesitamos que sean capaces de ponerse de acuerdo.

Por eso no puedo creer que los españoles refuercen a las opciones que impidieron recientemente un acuerdo de gobierno, desprecien a quienes lo intentaron y no valoren la historia de cada uno, dejándose seducir por el inmovilismo conservador o por su alter ego el izquierdismo disfrazado.

Creer en la victoria del PSOE no es triunfalismo militante sino fruto de una elaboración racional a mi juicio mejor fundada que la de los que ya dan por hecho que el PSOE será la tercera fuerza política porque así lo auguran las últimas encuestas publicadas. La fragmentación de la intención de voto entre muchas fuerzas políticas, el gran número de los que todavía no saben si votarán, que es el 29%, el qué votarán el 32,4% de los posibles votantes indecisos, porque estos indecisos principalmente dudan si votarán al PSOE o a otra opción y sobre todo porque el PSOE es el partido por el que sienten «más simpatía o consideran el más cercano a sus ideas», tal como reflejan estos sondeos y singularmente el del CIS, permiten sostener esta hipótesis sin miedo a ser tachado de iluso. Basta con que los indecisos vayan a votar y lo hagan mayoritariamente por el PSOE, el único partido firme en sus ideas y principios y que nunca se oculta. Estoy seguro que ganaremos el 26 de junio porque los militantes, simpatizantes y votantes del PSOE somos aguerridos, entregados y convencidos luchadores contra la intolerencia, contra la injusticia, contra la desigualdad, contra los demagogos y contra los augurios interesados como venimos haciendo con el mismo nombre desde hace 137 años con grandes resultados para el progreso de España. Nuestra determinación es tan grande que parafraseando a Winston Churchill decimos que «lucharemos en todos los frentes y nunca nos rendiremos». H

* Profesor. Militante del PSOE