No hay mayor pesadilla para una economía mediana o débil que el sablazo de un dentista. Ni mayor drama que tener hambre y no dientes con los que enfrentarse a un mendrugo de pan. Ir por la vida con la sonrisa puesta se ha convertido en un lujo, un privilegio infravalorado por quienes tienen a su favor el componente genético o el factor dinerario.

En una sociedad marcada por la imagen, la dentadura se ha convertido en un símbolo inequívoco de estatus económico, en un elemento más sobre el que establecer las clases sociales. Si uno es pobre pero ha recibido una buena herencia genética dental tendrá un tesoro. Si no, estará condenado a penar o a endeudarse hasta las cejas para gozar de algo que debiera estar al alcance de cualquiera. En otros tiempos, la gente moría cuando se le caían los dientes, pero ese mal era común a todos los mortales. Ahora todo depende del bolsillo de cada cual.

Ya no hay niño al que no se le receten brackets (me dan escalofríos de pensar en una familia numerosa) ni anciano que no sueñe con implantes que le hagan la vida más fácil. Lástima que nadie se haya decidido a regular las tarifas de los dentistas (según la ciudad pueden diferir más de un 400%) y lástima que la Seguridad Social, capaz de financiar trasplantes y operaciones a corazón abierto, aún no se haya planteado incluir la salud dental como parte fundamental de una cartera de servicios que permitiría prevenir también males mayores. Cuántas infecciones, migrañas, incluso dolencias cardiovasculares tienen su origen en la boca. Si la cosa se pone fea siempre cabe que te saquen el diente conflictivo gratis. Eso sí que lo cubre. Otra cosa es intentar conservar una pieza propia en su sitio o poner una nueva donde haya hueco.

Más allá de las ayudas sociales que ofertan ciertas entidades privadas o de los tratamientos infantiles del seguro, francamente insuficientes, desde que empezó la crisis muchas familias y, en concreto, muchos pensionistas, cuyo sueño no es otro que masticar lo que comen y reír sin taparse la boca, se han visto obligadas a encomendar su sonrisa al diablo que se la arregle más barato. Sonreír no debiera ser tan caro. H