Ya ha finalizado el baile de las listas, ya podemos los cordobeses tener una percepción del pregonado cambio “de formas políticas”; ¡y que cambio! Las cúspides de los partidos, como siempre, han sido quienes han decidido quién encabezará sus correspondientes listas electorales. Por ejemplo, la de la coalición IU-Podemos por Córdoba será encabezada por el jienense Manolo Monereo (el hijo de Manolo, el que fue propietario de la Joyería Monereo de la muy comercial calle Virgen de la Capilla, en el Santo Reino). No será ya, esta vez, la sevillana Marta Domínguez la que encabece la lista de los comunistas cordobeses; Marta, ahora, ni siquiera irá en la lista. ¿Y quién ha decidido esto? Desde luego, no se puede afirmar que lo haya resuelto el electorado cordobés (es decir, en términos populistas, “la gente” cordobesa) pues de momento, aún no ha podido votar, ni expresarse. Quien sí lo ha decidido ha sido “la casta”, o la oligarquía dominante del partido político correspondiente, como es costumbre en una “tan falsa democracia” como la nuestra. Con nuestro sistema electoral, los diputados y senadores que obligatoriamente han de salir elegidos, lo decide la cúspide de la oligarquía política que dirige tiránicamente la cabeza de cada partido político (y en este concreto caso, la coalición comunista).

Luego, los “salvapatrias”, nos quieren convencer que somos “la gente” los que elegimos a nuestros representantes, pero nadie expone que un sistema electoral como el nuestro --que, entre otras corrupciones (esa y solo esa es la verdadera raíz de la corrupción política en España), se apoya en la representación proporcional, obtenida mediante el voto de listas cerradas-- lo único que consigue es fomentar clientelismo entre los representantes políticos (diputados, senadores, etc.) y la oligarquía mandante (situada en la cúspide de los partidos, o a su sombra). Pocos son los que, abiertamente (como denuncia desde hace años García Trevijano), defienden y explican que la verdadera representación democracia consiste en que el pueblo (la gente) elija directamente a sus representantes (mediante candidaturas unipersonales) y no que lo haga votando como borregos (desconocedores de los mínimos contenidos programáticos) listas y, menos aún, listas cerradas.

La auténtica representación democrática exige el uso de la candidatura unipersonal y, además, por circunscripciones o por distritos, como bastante bien saben, por ejemplo, los ingleses y los norteamericanos; solo ese sistema, con ayuda de otros diversos mecanismos, puede impedir que los caciques, mandatarios de los partidos políticos, elijan, por nosotros, entre su “séquito”, quienes nos van a mandar los siguientes cuatro años, y quienes, además cobrarán por ello.

Manolo Monereo, el simpático jienense (que no cordobés, vecino, por un tiempo de Granada y luego de Madrid, pero jamás de Córdoba, razón por la cual, seguramente, desconoce la problemática concreta del electorado cordobés que, eso sí, votará, como borregos, la lista cerrada que le ha impuesto una oligarquía partidocrática, al igual que lo harán, también, el resto de votantes de otras listas) ya tiene los garbanzos asegurados por cuatro años; cuanto menos, esperamos que, como ha dicho, venga a vivir a nuestra ciudad para que sus votantes le puedan interpelar por las calles.

No era este el modelo de política partidocracia que podíamos esperar de quienes tanto han criticado a la “casta”; claro está, que ellos pronto se han convertido también en “casta”, si es que no lo eran ya desde sus inicios, cosa que sospecho. H

* Catedrático de Filosofía del Derecho (UCO)