Todo síntoma de una enfermedad mental, la hiperactividad en este caso, se revela ligado a un discurso que define una manera de unirse al Otro (adulto, profesor, familiar). Por tanto, pretender reducirlo a un trastorno es una ilusión porque la subjetividad de la persona que lo padece siempre va a intentar manifestarse.

El estar atentos y quietos tenía que ver con el esfuerzo, la disciplina corporal, la presencia de una autoridad reconocida y la garantía de que al final habría una recompensa. En la actualidad estamos en la época del tiempo hiperactivo donde la prisa y la inquietud es lo que prevalece, es lo que satisface y es por tanto lo que se repite. "Hemos decidido, como sociedad, que es demasiado caro modificar el entorno de estos niños, así que mejor modificamos a los niños" (M. Anderson).

Las principales dificultades que presentan los niños en nuestro tiempo tiene que ver con el aprendizaje en el ámbito escolar y muchas de ellas se incluyen en el cajón de sastre que supone el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), diagnóstico que pretende dar explicación a muchos padecimientos y que esta adquiriendo visos de epidemia. Por todo ello resulta imprescindible dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Por qué esta pasando esto?

El DSM (manual diagnóstico y estadístico) ha jugado un papel fundamental en la expansión de esta "epidemia artificial". Convertir a personas sanas en enfermos es sencillo en psiquiatría por no existir criterios biológicos y ser solo el criterio de los profesionales el que determina si existe o no enfermedad al "no existir alternativa al juicio profesional en la toma de decisiones". Según Cosgrove y Whitaker, la psiquiatría académica y la industria farmacéutica tenían buenas razones para colaborar en este esfuerzo. La infancia y la juventud, población tradicionalmente sana y por tanto sin diagnósticos psiquiátricos ni medicación, era un campo abonado para sacar provecho.

En 1902 fue descrito el TDAH como una enfermedad rara que afectaba a los niños, considerándose en su etiología como de base orgánica siendo llamada por el DSM I "síndrome orgánico cerebral". El DSM II relajo los criterios diagnósticos y así se han ido relajando hasta el DSM V (2013) que ha hecho que la prevalencia en la población infantil este entre el 3 y el 5%. Esto, y el convencer a médicos y a la población de que el TDAH "es una enfermedad real, con componente genético aparente... Que hay que tratar", según el profesor J. Biederman, el médico que más ha hecho por expandir el TDAH, hizo lo demás. En España, el despegue del TDAH se produjo en el año 2004 con la comercialización del metilfenidato en su forma retard lo que ha hecho que estemos entre los países principales consumidores de estos productos.

Dado el incremento de diagnósticos de TDAH, el Instituto Americano de las Enfermedades Mentales, decidió llevar a cabo a finales de los 90 un estudio para conocer los efectos a largo plazo de la medicación que se estaba utilizando en este trastorno. Se vio que la medicación era superior a otras intervenciones a los 14 meses de tratamiento, pero no a los tres, seis y ocho años de iniciar el estudio, comprobando que aquellos niños que habían recibido fármacos habían empeorado en todos los síntomas y además que el crecimiento se había visto afectado con tallas y peso menores a los que les correspondían.

P. Gotzsche escribe en su libro: "un médico amigo me contaba que la profesora de un colegio le había mandado a casi todos sus alumnos para que descartara que tenían TDAH, obviamente ella tenia un problema, no los alumnos", y lo que es peor: "Tan pronto como se etiqueta a los niños de TDAH, todos se quitan la responsabilidad de encima".

¿Qué ha pasado con estos datos, cuántos padres los conocen?

Porque no debemos olvidar que lo que toman los niños y niñas son medicamentos potencialmente peligrosos: suben la tensión arterial y el ritmo del corazón, pérdida de talla y peso, insomnio, cefaleas, tic, problemas del ánimo, posibilidad de adicciones, alucinaciones o de ideación suicida. Y lo que es peor, que la comorbilidad que se le puede ocasionar a los niños inicie nuevos tratamientos que los conviertan en enfermos psiquiátricos permanentes. Tal es así que la Agencia Española del Medicamento recomienda evaluar la pertinencia del tratamiento al menos una vez al año (A. Novoa).

¿Cómo abordar este problema?. Si tenemos en cuenta los diferentes factores que entran en juego, el abordaje necesariamente debe ser global, incluyendo la relación con los padres, el contexto donde se desarrolla, la escolarización y las posibles alteraciones psicopatológicas, lo que conlleva un trabajo en red con docentes, trabajadores sociales y profesionales sanitarios. Trabajo en red centrado en la persona (no en el fármaco ni en la enfermedad), desde la colaboración, con el objeto de construir un saber que nos permita poder atender a la persona y a su familia (Ubieto, 2014).

* Medico en Adicciones