La celebración del IV Centenario de la muerte del Inca Garcilaso devuelve a Montilla y Perú el protagonismo de este personaje mestizo y cuzqueño que pasó media vida en Montilla, donde recuperó la memoria del viejo Imperio Inca. Aunque este no obstante sucumbió poco después de la conquista. Gómez Suárez de Figueroa, conocido como Inca Garcilaso de la Vega, salvó con sus Comentarios Reales la historia de los últimos incas y respetó viejas tradiciones de los habitantes e instituciones del área geográfica del Tahuantinsuyo, una forma de vida que aún pervive en el ánimo de muchos habitantes del territorio "Tahuantinsuyo". Todavía hay quien sueña con la unidad indigenista al señalar que pese a tantos siglos de dominación, las instituciones básicas del Tahuantinsuyo sobreviven en extensos territorios de Perú, Ecuador y Bolivia, donde, según el colectivo "Cóndor", que trabaja por la recuperación del mundo espiritual andino, existe una nutrida presencia de quienes creen en la recuperación de esta secuencia histórica que desapareció a los pocos años de la presencia de los españoles en América. El inca montillano, como lo califica el escritor José Ponferrada Gómez, era hijo del capitán español Garcilaso de la Vega y de la princesa Chimpu Ocllo. El descubrimiento de esta Casa, donde vivió 30 años de su vida el Inca Garcilaso, fue consecuencia de las investigaciones del peruano Raúl Porras Barrenechea, ministro de Cultura y embajador del país andino en España. Ahora, cuando se cumplen los 400 años de su muerte del inca, su figura vuelve a convertirse en centro de la atención de todo el mundo. El edificio donde se sitúa su domicilio en Montilla no se conocería hasta mediados del siglo XX, tras las intervenciones realizadas por Porras. Todavía permanece esa huella peculiar de sobriedad y serenidad a pocos metros del centro histórico. Aquí se respira un aire de libertad y pluralidad como lo expresa la presencia en el escritorio de la bandera del "Tauantinsuyo", que representa la unidad de los pueblos andinos.

* Maestro