Con un gobierno en funciones y un parlamento prácticamente paralizado, donde reina el desconcierto y el enfrentamiento entre los grupos políticos que lo constituyen, que alardean de tener posiciones y propuestas irreconciliables, habida cuenta que a todos éstos les agradaría sumamente detentar el poder, y en esa tarea están, y por tanto escribir sin cortapisas, y antes que otros, en el boletín oficial del Estado, finalmente, por unanimidad y sorprendentemente, se ha alcanzado el solemne acuerdo que nadie se esperaba, cual ha sido el de tomarse 21 días de vacaciones pagadas a costa del erario público, como no podía ser de otra manera. Y eso para que no se diga calumniosamente que estos representantes electos de la voluntad popular no son capaces de encontrar al menos algo que les una. La Semana Santa es sagrada y todos ellos tienen al parecer mucho sobre lo que reflexionar.

Pero en concreto, al margen de la preponderancia y sobreactuación de los líderes en liza, a tenor de sus particulares intereses, tan solo existen dos alternativas posibles: o se va a un gobierno de consenso que acepte emprender desde el primer momento las reformas razonables y sensatas que son precisas y necesarias para conseguir sacar a España del atolladero donde la ha situado la irresponsabilidad de los partidos mayoritarios durante las pasadas y recientes legislaturas; o a un gabinete trufado por la demagogia y el populismo, que además del desastre sin paliativos que acarreará al país, supondrá entre otras derivadas la casi desaparición del centro izquierda.

* Ingeniero Agrónomo Licenciado en Derecho