Aquel viernes de Cuaresma cuando circulaba en automóvil no lo olvidaré jamás. Vi a un hombre que me hacía señas para que parase. Era un negrito con una gran bolsa que colgaba de un palo a cuestas. Sus ojos brillaron, quizá de alegría, cuando bajé el cristal de la ventanilla y le pregunté adónde iba. Venía de un tajo aceitunero e iba en busca de más trabajo. Era de Ghana y anhelaba marchar hacia el norte de Europa en busca de aquel sueño de los Conquistadores, El Dorado, ahora tan del siglo XXI. No pude hacer otra cosa que darle algo de dinero. Aquella noche dormí mal porque su semblante me atosigaba. Tuve una pesadilla. Veía al negrito escapando de sus perseguidores que arrasaban su aldea natal africana. Me pareció que llevaba a cuestas un palo en forma de cruz de donde colgaba una bolsa con sus pocas pertenencias. Hoy pienso ¿dónde estará? Me temo que haya muerto golpeado por gente gritando "¡Fuera extranjeros!". Me lo imagino, ahora que finaliza la Semana Santa, como un Jesucristo negro crucificado. Pensaba yo en esta Pasión aparentemente poco ortodoxa, sin capiruchos ni tronos lujosos, cuando llamaron a la puerta los Testigos de Jehová. Llevaban como siempre una Biblia y algo nuevo, una tablet en la que me mostraron un breve video sobre la alegría del buen creyente. Proselitismo tecnológico casa por casa en lugar de esperar a que el rebaño vaya en busca del pastor. El inventor de www de internet, Tim Berners-Lee, apela a una región en la que cada uno busque la verdad por su cuenta incorporando elementos de otras creencias.

* Periodista