Me cuenta el doctor Cobos Luna que, en una ocasión, Ernest Lluch, ministro de Sanidad, asesinado por ETA en el año 2000, dijo que "el sistema sanitario no es sostenible porque el paciente se toma algo que él no ha decidido y además no lo paga, el médico prescribe algo que él no necesita y además no lo paga y la institución no decide lo que hay que mandar, no se lo toma y además no lo paga"; y a esto añadiría yo: "y en muchas ocasiones, no sirve". En los últimos diez años, según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, el consumo de antidepresivos ha pasado de 26,5 dosis diarias por cada mil habitantes (DHD) en el año 2000 a 79,5 DHD, lo que supone un aumento de dosis consumidas del 200%. Hemos comentado ya en otras ocasiones el incremento del diagnóstico de trastornos depresivos durante los años de la crisis, aunque no sabemos si esos diagnósticos eran acertados o más bien se trataba de trastornos adaptativos, es decir, aquellos que tienen su origen en una fuente estresora externa, más probable esto último como consecuencia de los efectos derivados de la crisis. Por otro lado, resulta llamativo que, precisamente, los fármacos que más aumentan su demanda sean los denominados antidepresivos ISRS, es decir aquellos cuyo mecanismo de acción es una inhibición de la recaptación de la serotonina, si bien aún no está demostrado empíricamente que la disminución de serotonina sea un mecanismo explicativo válido de los trastornos depresivos, pero que a su vez han demostrado menos eficacia que los tricíclicos (los que se han utilizado tradicionalmente, cuyo consumo ha disminuido en algo más de un 14%) y son mucho más caros. Otro fármaco que ha visto cómo se incrementa su consumo es la venlafaxina , pasando de 1,1 DHD en el año 2000 a 8,6 DHD en 2013, al igual que la duloxetina , que ha pasado de 1,0 DHD en 2006 a 5,3 DHD en 2013. Llama la atención, por tanto, que se incremente el consumo o prescripción de estos psicofármacos, cuya eficacia no ha podido ser demostrada, al igual que ocurre con la de otro psicofármaco usado para el tratamiento de la depresión conocido como agomelatina .

Como consecuencia de lo anterior, tenemos pacientes cronificados, que "ignorantemente" despilfarran dinero público y el suyo propio mediante tratamientos que no solo no solucionan su trastorno, sino que encima presentan graves riesgos para la salud, como señala la revista Prescrire para los fármacos aquí mencionados. Todo ello es fruto del esfuerzo de la industria farmacéutica, que es capaz de promocionar productos fraudulentos, caros y perjudiciales, basados en premisas falsas como la de convertir en enfermedades procesos psicológicos normales. Tal vez tendría mérito como estrategia comercial, si no estuviéramos hablando de salud.

* Psicólogo Clínico.