Mañana, en su fiesta, la familia salesiana se reúne en torno a Don Bosco, aquel sacerdote que convirtió la misericordia en pedagogía, inculcando siempre como principio inspirador de la acción salesiana el interés concreto por cada joven, que se manifiesta en una relación personal impregnada de afecto y de apoyo al crecimiento y la maduración. Es lo que dijo acertadamente el Papa Francisco, en su carta a los salesianos con ocasión del bicentenario del nacimiento de su fundador: "Un rasgo característico de la pedagogía de Don Bosco es la "amorevolezza", la amabilidad, a entenderse como amor manifestado y percibido, en el cual se revelan la simpatía, el afecto, la comprensión y la participación en la vida del otro. El afirma que en el ámbito de la experiencia educativa no basta amar, sino que es necesario que el amor del educador se exprese mediante gestos concretos y eficaces. En este cuadro de referencia se colocan otros rasgos distintivos de la praxis educativa de Don Bosco: ambiente de familia; presencia del educador como padre, maestro y amigo del joven, expresado por un término clásico de la pedagogía salesiana: la asistencia, clima de alegría y de fiesta; amplio espacio dado al canto, a la música, al teatro; importancia del juego, del patio de recreación, de los paseos y del deporte". La obra comenzada por Don Bosco se ha desarrollado por medio de la obra educativa y evangelizadora de la familia salesiana. Y en Córdoba, me gustaría recordar aquel barrio de san Lorenzo, que en los albores de 1900 contaba con unas seis mil almas, todas pertenecientes a familias modestas, humildes, de clase trabajadora. Me gustaría recordar a aquel párroco, Mariano Amaya, a cuyo celo y gestión se debe la llegada de los salesianos a nuestra capital, en 1901. Buen momento para mirar el pasado con gratitud; vivir el presente con pasión; abrazar el futuro con esperanza".

* Periodista y sacerdote