La gracieta del audaz humorista catalán, haciéndose pasar por el presidente de la Generalitat y que sorprendió al simplicísimo de Mariano Rajoy, revela una realidad que los políticos nos ocultan porque ya les va bien así. Para mí, dejando a un aparte bromas, la reacción del inquilino de la Moncloa descubre al ciudadano Mariano hablando sin la máscara que se coloca para amedrentar los días de diario. Su amabilidad y prestancia responde a la actitud de cualquier persona normal, educada, cuando es requerida al teléfono y habla sin saber que le están probando los graciosos catalanes independentistas para provocar su agresividad contra el pueblo oprimido. Y digo y mantengo lo de independentistas, que yendo a por lana salieron trasquilados, porque la emisora de marras es una de la cadena regalada a Miki Moto, enfant terrible del catalanismo ultramontano. Porque, a pesar de que desde el pasado 20 de diciembre están con la matraca del diálogo, la negociación y el entendimiento, el comportamiento de Rajoy refleja que, si se buscaran de veras con ganas de encontrarse y negociar, se encontrarían y negociarían; pero como todo son actitudes y bravuconadas de cara a la galería y a la prensa, así nos va. Que Pablo pontifica sin hablar con Pedro, éste no habla con Mariano, mientras Albert espera agazapado su momento y Carles ni si quiera saluda. País de cabreros y políticos que se comportan como tertulianos cabreados.

* Periodista