La fiesta de los toros provoca, desde hace unos años, un agresivo debate en la sociedad española. Simplificando, en él se oponen los conceptos de tradición, historia, tipología del toro de lidia, valor artístico, turismo y actividad económica a los conceptos que definen las corridas de toros como una diversión cruel que disfruta y se lucra con el maltrato animal. La decisión del Pleno del Ayuntamiento de apoyar una moción de Ganemos --con los votos de PSOE e IU-- para que se prohíban en Córdoba los circos con animales y se eliminen las subvenciones a espectáculos que maltraten a los animales, incluidos los toros, ha desatado una agria polémica política y social tras considerar el mundo taurino que se trata de un "ataque encubierto" a este espectáculo. Vaya por delante que el Ayuntamiento carece de competencias para prohibir las corridas de toros, y que la plaza de Los Califas la gestiona una empresa privada a la que el Consistorio apoyaba durante la Feria de Mayo con la compra de entradas.

Pero en la ciudad de los cinco califas del toreo, que en el año 2010 suscribió una declaración de apoyo a la tauromaquia, el mundo taurino se siente amenazado, mientras los antitaurinos creen insuficiente la medida adoptada. Es verdad que la decisión del Ayuntamiento es poco amistosa hacia los toros, pero hay que calibrar sus consecuencias reales, es decir, si pone en peligro la celebración de los festejos taurinos, y en este caso parece que no. También abre el debate sobre los criterios de apoyo a las tradiciones populares, puesto que si hay ayudas para cofradías, patios, verbenas y peroles, los toros también pueden aspirar a recibirlas. Finalmente, cabe una reflexión, y es la necesidad de ser cauteloso: no parece que tenga mucho sentido imponer cambios a una tradición social muy arraigada si no existe una demanda masiva de la sociedad que lo justifique.