Los periodistas celebramos hoy nuestra onomástica --con diversos actos organizados por la Asociación de la Prensa--, aunque es mañana, 24 de enero, el día de san Francisco de Sales, nuestro patrón. Nos sabemos su vida de memoria: Montañés de cuerpo entero, nacido en los Alpes, en el castillo saboyano de Sales. Familia exquisita. Le llevan a estudiar a la Universidad de París. Luego a Padua. Canónigo de Annecy, obispo auxiliar de Ginebra, líder de debates con los protestantes. Se dice que escribía de día hojas clandestinas y las metía por debajo de las puertas, de noche. Por esa razón, se ganó el premio "patrono de los periodistas". Escribía como un ángel. De forma, que los franceses lo tienen entre sus clásicos de literatura. Hoy, los periodistas brindamos en su honor, junto al recuerdo encendido de Lolo, el querido compañero que ya está en los altares. ¡Qué cosas más bellas escribió sobre nosotros! Recordemos, por ejemplo, algunas de sus peticiones y deseos para los periodistas: "Que cuando las masas griten y suenen puñetazos en las cafeterías, ellos hablen con un vaso en la palma y el agua esté serena como la faz de un lago; que de sus labios broten consejos como fuente de pueblo, que mana día y noche; que escriban de rodillas cuando un hogar naufraga; que en el trato y al margen del oficio sean semilla noble de ejemplo y de ternura". Hoy es un buen día para contemplar la verdadera silueta de los periodistas y su misión en la sociedad, desdoblada en dos espléndidas tareas: Una es la de informar; la otra, mucho más arriesgada, consiste en el ejercicio del contrapoder. Hay que elogiar al poder cuando acierta, criticarlo cuando se equivoca y denunciarlo cuando abusa. Al poder le gustaría tener un periodismo anestesiado que no denunciara. Pero nuestra obligación, además de informar, es ejercer el contrapoder, iluminar los caminos de la verdad para construir una sociedad mejor.

* Sacerdote y periodista