Casi diez años después de su muerte, la investigación pública sobre el envenenamiento radiactivo de Aleksander Litvinenko ha llegado a la conclusión de que "probablemente" el exespía ruso fue asesinado obedeciendo órdenes directas de Vladimir Putin. Todos los datos conocidos apuntaban a que su muerte tenía mucho que ver con los servicios de seguridad rusos. La víctima procedía de este entorno, pero se había convertido en un feroz crítico del zar del Kremlin. Por eso había buscado refugio en Londres. Y él mismo, en su lenta agonía, había apuntado a Putin. Que su nombre aparezca en las conclusiones a las que se llega a partir de informaciones de inteligencia recogidas en sesiones a puerta cerrada no hace más que confirmar aquellas graves sospechas. La mención de Putin en la muerte de Litvinenko pone al Gobierno de David Cameron en una situación difícil que desembocará sin duda en un conflicto diplomático que Londres quisiera evitar. También la fuerte presencia de magnates rusos en el país, concretamente en Londres, había sido un freno a las sanciones por la anexión de Crimea o la guerra de Ucrania, a las que el Reino Unido se unió a regañadientes. Ahora se trata de un caso en el que los servicios secretos de un Estado extranjero actuaron en suelo británico cometiendo un asesinato, violando así la ley internacional. Pero el papel de Rusia en la escena internacional ha cambiado y es un factor imprescindible en la solución de la guerra de Siria.

La muerte Litvinenko tiene además una derivada que exige una investigación muy a fondo por parte de las autoridades españolas. Según su viuda, una vez en Londres el agente trabajaba para los servicios secretos británicos y españoles. En el momento de su muerte, se disponía a testificar ante el juez Fernando Andreu acerca de los supuestos contactos entre el crimen organizado en territorio español e importantes dirigentes políticos en Rusia.