Tal como está el patio de los resultados electorales, lo que en todos los partidos políticos se repite como un mantra es "no podemos gobernar España solos". Sobre todo, los cuatro partidos del apocalipsis del bipartidismo. Por lo que sí tenemos claro que el bipartidismo se ha terminado. O no. Depende de cómo se mire, pues verdaderamente también se puede ver la botella medio llena, pues los dos partidos emergentes, como son Ciudadanos y Podemos, se han nutrido sustanciosamente de los votantes del PP y del PSOE. No obstante, lo que está en juego en España no es ni el bipartidismo, ni su metafísica, ni siquiera su desaparición, sino los constitucionalistas y los que no lo son. Esta es la lectura inmediata que se ha de hacer del resultado de las elecciones en clave política. Ya no se trata de acabar con Rajoy como Sánchez se ha preocupado de proclamar, soflamar y arengar en la campaña electoral y hasta en la noche del resultado electoral, sino de acabar con la idea constitucional y constitucionalista que actualmente todos tenemos de España, por lo menos la mayoría de los españoles.

Está claro que es a Rajoy al que le toca intentar formar gobierno y en eso está, pero el resto de partidos constitucionalista tienen otra obligación moral por encima del interés partidista: posibilitar un gobierno que salvaguarde los valores constitucionales, y esto, en pura lógica parlamentaria y política, ha de encarnarlo el partido más votado, esto es, el PP. Sánchez ha cargado demasiado las tintas contra Rajoy cuando el verdadero problema no es Rajoy, sino las dos concepciones del Estado español que se conforman políticamente del resultado de estas elecciones. Por tanto, la premisa ahora no es ni "no podemos permitir que gobierne Rajoy", ni "no podemos pactar con Podemos" de algunos varones del PSOE, sino "no podemos permitir que se rompa la Constitución".

* Mediador y coach